por Nerea Sanz Campos
La cineasta lleva a los personajes hasta el mismísimo infierno. Idea claramente reflejada en el territorio hostil donde se desarrolla la trama: el árido desierto. El concepto es continuamente reafirmado mediante motivos narrativos, como una manzana mordida que se va pudriendo con el paso del tiempo, o diversos fotogramas en los que el fuego adquiere protagonismo visual. El guión pone a la protagonista a diversos callejones sin salida, y a pesar de que sabemos cómo acabará todo, nos muestra los límites del ser humano -cual animal instintivo- en condiciones de supervivencia.
A veces haciendo un uso enfático de imágenes morbosas, las decisiones formales nos sumergen en una atmósfera de angustia constante: largos planos en los que la protagonista se debate entre la vida y la muerte, heridas exudadas, persecuciones sangrientas, enfrentamientos cruentos… La percepción del escenario queda también potenciada por el uso del sonido, así como los momentos en los que se nos muestra el punto de vista de Jen, a través de un zumbido psicodélico. El ritmo acelerado y los cortes bruscos de plano son la guinda del pastel atmosférico. Y a pesar de contar con un final algo predecible, la realización del film impide que el público llegue a aburrirse.
En breves palabras, Revenge nos cuenta como una víctima de la violencia machista se fortalece y se arma para hacer pagar a quienes intentaron acabar con su vida. El film pretende enaltecer la figura de la heroína femenina, mediante una narrativa no apta para aprensivos o hipocondriacos. En cierto modo, la forma en la que la historia está contada, logra que el espectador disfrute con el dolor de los antagonistas, incluso se angustie con el sufrimiento de la protagonista. Pero como ocurre en tantas películas de supermujeres, el resultado no elude los tópicos, impidiendo que algunas espectadoras puedan empatizar con un personaje femenino de estas características. La directora asume un riesgo contradictorio dotando a Jen de ciertos atributos, y una vez más el espectador se encuentra con una mujer explosiva, exuberante, inexperta y un poco cabeza loca que sufre una transformación impulsiva provocada por la necesidad, y por los efectos del peyote, que la transforman en una especie de Lara Croft con sed de venganza. Quizás se echen en falta en este personaje rasgos más humanos para que calen en la mente de las espectadoras, ya que a pesar de ser una película protagonizada por una mujer que exalta el empoderamiento femenino, se queda a las puertas de ser un film feminista y funciona mejor ante un público masculino. Y es que, al no tratarse de un guión que profundice en la naturaleza de los personajes, la acción ocupa y viste las secuencias, en una película de vicio y desenfreno que se convierte en una grotesca persecución sangrienta, cumpliendo así las expectativas de un público muy enganchado a las películas de venganza.
Calificación de la película
