ÖTZI, EL HOMBRE DE HIELO

por Adelaida Valcarce

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Otzy

Desde su descubrimiento fortuito por dos escaladores en la frontera austro-italiana en 1991, Ötzi ha causado sensación en todo el mundo. La momia natural más antiguamente documentada atrajo a admiradores y científicos que han examinado cada centímetro del cuerpo del «Hombre de los Hielos», desde las uñas de sus dedos hasta sus intestinos. Este habitante prehistórico de entre 40 y 50 años de edad, de quien se piensa fue asesinado hace aproximadamente 5.300 años en los Alpes de Ötztal, ha sido la fuente de inspiración para el director Felix Randau (The calling game,  2003) a la hora de recrear en pantalla cómo pudieron ser sus últimos días. Según el propio realizador “le fascinó la posibilidad de relatar la historia de un nativo europeo introduciendo elementos de ficción en un marco histórico lo más cercano posible a la realidad”.

Durante el Neolítico, un clan cazador recolector se asienta a orillas de un arroyo en un valle de los Alpes. Su líder es Kelab, un convincente Jürgen Vogel, guardián del relicario Tineka. Un día, mientras Kelab está de caza, el pueblo sufre un ataque en el que los miembros de la tribu, incluidos su mujer y su hijo, son masacrados. Solo sobrevive un bebé, y Kelab, desgarrado por el dolor, sale en la persecución de los asesinos en busca de venganza, con el niño en sus brazos. Por fidelidad al contexto histórico, los personajes del film se comunican en una variante arcaica del idioma rético, del todo indescifrable: una decisión que va en consonancia con la economía de gestos de una película que se alza sobre necesidades, pulsiones e instintos primarios, sin necesidad alguna de sofisticación ni matices lingüísticos para llevar al espectador a su terreno. La naturaleza majestuosa e implacable lleva a este hombre por parajes en busca de venganza, zarandeándolo sin piedad a su merced. A pesar de parecer muy lejano en el tiempo, el conflicto es atemporal reflexionando sobre la violencia que es lo único realmente útil en este espacio hostil.

Iceman

En imágenes y sonidos, la aventura de Ötzi resulta espectacular, visualmente espléndida. Es visceral y explosiva, con unas secuencias de acción muy logradas, que incluyen atávicos y violentos enfrentamientos. Destaca además por un extraordinario diseño de producción basado en las localizaciones naturales, a través de las que sientes todo el desamparo del ser humano. En este sentido, la película contó con un amplio asesoramiento por parte de científicos del Museo Arqueológico de South Tirol en Bolzano, Italia, donde se expone el cuerpo de Ötzi. Además, el director y guionista Randau es etnólogo de formación, lo cual nos pone sobre la pista de lo cuidadoso que es el film en todos los aspectos históricos y documentales. Importa menos el reconocer a algunos personajes (Franco Nero pasa desapercibido) que vivir la epopeya y tener la sensación de estar contemplando un film válido y verosímil etnográficamente hablando.

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Calificación de la película

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