Sin embargo, aquí es donde el film se queda corto ya que, en varios momentos, para argumentar su discurso, entra en explicaciones informativas. En un principio se puede creer que esto se debe a que no todos han crecido dentro de la fe católica, pero conforme pasa el film y el tema principal va quedando relegado, da la sensación de que no es por falta de conocimiento, tanto como por falta de interés de la sociedad actual.
De que a pesar de que la iglesia católica cuenta con millones de adeptos, su propia valía ha quedado relegada a un segundo plano, pues las sociedades occidentales ya no están creadas alrededor de la fe. Por ello, a pesar de que durante dos semanas al año, el mundo se detiene debido a las festividades de Pascua, la gente ya no es consciente del todo sobre lo que aconteció o por qué se celebra.
Porque si el film se desvía constantemente, distanciándose cada vez más del tema principal, quedando este al finalmente subdesarrollado y abordado de una manera superflua, es que no era tan universal o relevante para empezar. Y esto es algo que resulta desesperanzador, ya que Grabsky partía de una hipótesis muy interesante: que el arte con motivo de La Pasión podría trascender aun más lejos que la fe; demostrando lo que sin duda es para él una realidad: que el arte es una religión en su propio derecho, una capaz de conectar a todos, sin importar de dónde vengamos o lo que hayamos vivido, sin discriminar. Un bálsamo esperanzador en los tiempos que corren.