por Carolina Becerra
Los dieciséis años, aquella maravillosa etapa de juventud llena de los descubrimientos que van formando el carácter y que marcan la vida. Esa época dónde los amigos, las fiestas y las efervescentes hormonas marcan el ritmo de los días. Pero, ¿qué pasa cuando el ímpetu de la juventud va más allá del decidir hacer lo que quieres o lo que dicen tus padres, cuando es un debate entre dos mundos que chocan en un misma identidad, la realidad del lugar en el que vives contra la tradición de la familia en la que naciste?
La historia va acompañada de una acertada fotografía a cargo del danés Nadim Carlsen, que nos conduce sutilmente entre tonos fríos y cálidos, y que más allá de remitirnos a la invernal Noruega y a la cálida Pakistán, nos sumergen en el contraste de los sentimientos de Nisha frente a su realidad. Maria Mozhdah, su protagonista, es una actriz novel de origen afgano que nos regala una brillante interpretación, que hace que nos calcemos los zapatos de Nisha y aguantemos junto a ella las acciones, a ratos exageradas, y en ocasiones redundantes, de los personajes que la rodean. En resumidas cuentas, El viaje de Nisha es una conmovedora historia que aunque filtrea con el melodrama, consigue remover al espectador a través de sus momentos más sutiles, los cuales nos permiten profundizar en las palabras de la directora cunado dice que «es un amor imposible entre los padres y su hija, que no puede tener un final feliz mientras la brecha entre estas dos culturas sea tan grande».
Calificación de la película