Las sensaciones que al que suscribe esta opinión le suscita la cinta son de lo más variopintas, poniendo por delante el magnífico trabajo que lleva a cabo todo el elenco, la película adolece de una falta de concisión a la hora de esclarecer lo que nos quiere exponer su directora con el drama (o comedia) de Sybil. Y es que son tantos los conflictos que se desgajan a raíz de la relación entre las protagonistas que al espectador se le acaba por terminar la credulidad a la hora de aceptar según qué cosas. Quizá esta sensación venga dada porque los motores que hacen avanzar la acción de esta historia tienen que ver con los traumas de la protagonista que van aflorando y amontonándose a lo largo del film y que siendo tantos, habiendo tantos flecos, tanto trauma visto en flashback, a uno se le cae la empatía por el camino y no encuentra la manera de conectar con Sybil. El filme responde a una narración académicamente europea que pone el foco en personajes atribulados que más que pertenecientes a una película parecen sacados de una novela, donde toda la acción pivota alrededor de sus propios traumas, más que a personajes que tienen vocación de afrontar esos traumas y articular una narración en torno a contar como los afrontan. Quizá sea esta herencia eminentemente europea la que a mí más me aleje como espectador, pero no se confunda, El reflejo de Sybil no es una mala película, ni mucho menos. Quizá lo más interesante sería que usted mismo acudiese al cine y ya que estamos hablando de reflejos, atraviese usted el espejo cual curiosa Alicia y compruebe a través de su mirada que es lo que este filme le devuelve a cambio, desde aquí le puedo asegurar que sea lo que sea será una experiencia infinitamente más trascendente que leer aburridas críticas de cine.