La guerra abierta es el contexto que sirve de trasfondo a Donbass. Una guerra que apenas tiene visibilidad en los medios occidentales después de cuatro años y que tiene profundas implicaciones respecto a la influencia y las ideas colonialistas y tácticas imperialistas de la actual Rusia, que aquí se retrata a través de la recreación inspirada por vídeos domésticos reales de ciudadanos de la zona. La narrativa se basa en una serie de episodios interconectados entre sí por algún personaje, siendo una crítica despiadada del día a día de la zona: la incautación de riqueza y posesiones para ponerlos al servicio de la guerra, el robo de ayuda humanitaria, el delirante sistema burocrático y, sobre todo, las tácticas de propaganda usadas para legitimar una lucha en la que incluso participan de forma no oficial fuerzas militares rusas. Este aspecto de utilización de la televisión para manipular la opinión pública sirve como crítica despiadada también a los colaboracionistas con la barbarie, a pesar de ser civiles víctimas de toda la maquinaria creada para apelar a las emociones más viscerales de sus compatriotas. Especialmente sobrecogedora resulta la escena del colaboracionista linchado por la multitud.