DE LA INDIA A PARÍS EN UN ARMARIO DE IKEA

por Ricardo Garijo

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DelaIndiaaParis

De la India a París en un armario de IKEA es la nueva película del canadiense Ken Scott, director especializado en comedias irreverentes, conocido por ¡Menudo Fenómeno!; aquella película donde Vince Vaughn, tras donar su esperma durante muchos años, termina con 143 hijos que desean conocerle. Si bien aquel film era un remake de otra película suya, en esta ocasión trabaja con material literario, al adaptar el bestseller del francés Romain Puertolas. Algo que se encuentra muy presente en el film, al utilizar el recurso literario del narrador sospechoso.

Todo comienza con Aja (Dhanush) contando su propia historia a unos niños: cómo él también fue un chico problemático que creció en los slums (chabolas) de la India, y, por cumplir una promesa a su madre, se embarcó en un extraordinario viaje por Europa que le llevaría a transformar su propio destino. Pronto descubrimos que durante toda su infancia Aja sobrevive gracias a la pillería y a su gran imaginación, y es entonces cuando comprendemos que los capítulos más irreverentes son alteraciones que él realiza para embelesar su historia y capturar a los niños -y espectadores-. Sin embargo, Ken Scott convierte este inicial acierto en  error, al abusar de dicho recurso. El hecho de disponer de tanta libertad narrativa le lleva a desligarse de cualquier arco de historia, deambulando Aja, un tanto incoherentemente, de país en país, de situación en situación, como si se tratase de una peonza…

La película deambula por distintos géneros además, a medio camino entre la road movie y una comedia romántica donde los personajes interactúan a duras penas. Lo más paradójico es que la película, gracias a su buena realización y factura, logra sostenerse casi milagrosamente, y así, cuando el espectador se da cuenta de que la historia no le va a llevar a ningún lugar, esta termina. La brevedad del film (de apenas hora y media), por lo tanto, impide el aburrimiento. Y es que, a pesar de que los acontecimientos no se suceden de manera orgánica, lo cierto es que resultan disfrutables por sí mismos. Por ejemplo, las dos secuencias de baile, una al estilo del musical americano y la otra al estilo Bollywood: ninguna tiene justificación aparente, pero están tan bien resueltas que a uno se le olvida su razón de existir.

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Al más puro estilo de Wes Anderson, Scott emprende su viaje apostando por lo estilístico, priorizando la forma sobre el fondo, pero finalmente se da de bruces puesto que, a diferencia de Anderson, llega al desenlace sin haberlo trabajado, lo que clausura el film como una concatenación de casualidades donde todo sucede porque así lo considera el narrador, sea este Aja o el propio cineasta. De la India a París en un armario de Ikea es un producto audiovisual que busca entretener y hacer pasar un buen rato, tan llena de buenas intenciones, que incluso se atreve a musitar algo sobre el tema de la inmigración, pero que deja esa sensación paternalista y condescendiente propia de la cultura occidental, lo cual da lugar a la reflexión de que la intención era la de llegar a un público “bolly” o hollywoodiense. En el camino, seguramente, se quedó una atractiva historia por contar.

Calificación de la película
3/5

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