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A duro la preferente
Por Dita Delapluma
Poltegeist
Terror y niños. Dos cosas que marinan tan bien como comedia y tartas, o como drama y estación de tren. La infancia, terreno de la inocencia (entendida esta como la ignorancia de las verdades de la vida y del mundo, y no como algo puro y bondadoso), es un mundo donde la barrera entre lo real y lo onírico no está realmente bien definida, y a veces cuesta saber qué parte de lo que nos dicen los niños debe ser tomada en serio o como producto de una fantasía.
Así, cuando la pequeña Carol Anne empieza a hablar con el televisor mientras éste sólo emite estática, sus padres al principio no le dan importancia. Pero cuando las cucharas se doblan, las luces se encienden y apagan solas, las sillas se apilan por capricho y Carol Anne asegura que eso lo hace «la gente de la tele», empezarán a tomarlo en serio, pero para entonces, quizá sea demasiado tarde.
Rodada a principios de la década de los ochenta, Poltergeist nos mostró una idílica urbanización suburbana y un argumento que podía parecer de ciencia-ficción, para dar de pronto un giro violento y ponernos frente a un argumento de terror tan sencillo como efectivo: «¿Te asustan los fantasmas?». Firmada por Tobe Hooper, se nota el sello Spielberg -productor de la cinta- de principio a fin, y su magnífica dirección sabe ahondar en lo emotivo de la situación, como es una niña perdida en otra dimensión dentro de su propia casa y la preocupación de su familia. Sin perder sobresaltos y momentos de tensión, la película nos hace pasar del pánico que pone el vello de punta, a la emoción que nos hace llorar a lágrima viva.
Poltergeist es una cinta de terror tan clásica como efectiva, que no ha perdido una gota de fuerza a día de hoy y sigue causando el mismo miedo que en el día de su estreno. Contó con dos secuelas, que desgraciadamente no estuvieron a la altura de la primera entrega y un remake que no obtuvo el éxito deseado.
