Desgraciadamente, la película carece de otras notas reseñables. No destaca por su guion, ni profundidad de personajes, ni por su ritmo, y desde luego no lo hace por la interpretación de ninguno de los actores. Es uno de aquellos “clásicos de videoclub” que nos presentaron un futuro apocalíptico y brutal, y que resultaron atrayentes en una época en la que la violencia gráfica no era común como ahora, sino algo sólo propio de cintas de terror intestinal o de la serie B como la poco recordada, aunque meritoria, 2000 Maniacos. Actualmente no solo se ha quedado ingenua, sino que es preciso hacer un esfuerzo para que mínimamente nos llegue. No obstante, merece la pena ser recordada como el símbolo de una gran época: los ochenta.