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por Daniel Utrilla Cerezo
Paradise Hills es la primera película de la española Alice Waddington. Con guión de Nacho Vigalondo y Brian DeLeeuw nos cuenta la historia de Uma (Emma Roberts), una joven que es recluida en una especie de sanatorio para señoritas. En este lugar, dirigido por La Duquesa (Mila Jovovich), las jóvenes internas son tratadas para convertirse en las mujeres perfectas que la sociedad exige.
Desde el primer fotograma, lo primero que llama la atención del espectador, es que la película tiene una propuesta visual verdaderamente cuidada. Cada vestido, decorado, color y peinado ha sido tratado con un mimo que merece un gran elogio. r no ha dejado de apostar en este campo, estamos ante una película abrumadora en lo técnico.
El diseño de producción y de vestuario, son lo mejor de este thriller con pinceladas de terror (sobre todo hacia el final del film). Aunque en algunos momentos es tan extravagante que te pueden sacar de la trama.
En cuanto a la historia, “Paradise Hills” nos propone una distopía a caballo entre el S.XIX y un futuro indeterminado. Lamentablemente, tan solo podremos vislumbrar este universo en los primeros compases de la narración. El resto de la cinta transcurre en la isla donde se encuentra el sanatorio, el cual tiene su propio contexto y reglas, bastante menos interesante.
Uma, despierta en Paradise Hills sin saber muy bien como ha llegado hasta allí. Junto a ella descubriremos los secretos de esta extraña casa de muñecas, lugar en el que tendrá que pasar los próximos dos meses de su vida. La finalidad no es otra que hacerla entrar en vereda y convertirla en una mujer más dócil, dispuesta a casarse con un rico y desagradable aristócrata sin poner ninguna pega.
De primeras descubrimos un relato con cierto tono reivindicativo feminista con el que podemos empatizar rápidamente. Pero a medida que avanza la historia se introducen temas algo más profundos. Vislumbramos un conflicto importante de clases dentro de esta sociedad futurista que solo podemos entender o imaginar deduciéndolo de las conversaciones entre los personajes. Nunca llegaremos a ver en pantalla el mundo real que contextualiza la trama. Y es una pena porque creo que es mucho más interesante que lo que pasa dentro de esta curiosa escuela de señoritas.
Paradise Hills, con su extraña pero brillante propuesta estética, nos ofrece un cuento de hadas algo insulso y en ciertos momentos aburrido, que olvidaremos con facilidad. Y aunque el universo ideado para edificar el sanatorio es muy interesante, no será explorado en ningún momento. Nos quedaremos con la impresión de que lo mejor de la película se queda fuera de los muros de Paradise Hills.
