por Carolina Becerra
Chloé Zhao dirige el más reciente western independiente americano, que cuenta la historia de Brady Blackburn (Brady Jandreau), un talentoso entrenador de caballos y jinete estrella del rodeo, que tras sufrir un accidente haciendo lo que más le gusta queda con una severa lesión que le impide volver a montar a caballo, enfrentándose a la inevitable realidad de tener que redefinir su vida más allá del rodeo.
La historia toma lugar en la reserva india de Pine Ridge en Dakota del Sur, Estados Unidos, y está inspirada en hechos reales de la vida de Jandreau, el actor que sin ninguna experiencia previa encarna de manera brillante al protagonista del film. Los personajes principales que acompañan la historia de Brady, son en la vida real su verdadero padre, la hermana y su mejor amigo respectivamente.
A partir de esa base documental, la directora de origen chino transforma la realidad en ficción a través de una mirada que no hace juicios ni recurre a estereotipos, sino que más bien retrata con respeto y admiración la lucha de un hombre en la búsqueda de su identidad en un pequeño entorno rural del medio oeste americano. The Rider es un poético retrato contemporáneo del vaquero americano que conmueve sin recurrir a sentimentalismos ni exageraciones, con la simpleza de aquel que lucha por lo que le define en la vida, por hacer lo que le apasiona.
La cineasta logra cautivar nuestros sentidos con varios elementos que consiguen esa perfecta conjugación entre realidad y ficción. Por un lado, están los eventos reales de la historia, el entorno de Brady, su familia, sus amigos, el accidente, y sobre todo su pasión por los caballos y la conexión natural que tiene con ellos, realidad de la que se nos permite formar parte, destacando una de las secuencias, filmada en un solo plano, en la que se evidencia la destreza empática de Brady al entrenar a un caballo salvaje, escena netamente improvisada por el actor de manera cotidiana. De otra parte, disfrutamos de la estilización sonora y visual de la película, a cargo esta última de su director de fotografía, Joshua James Richards, que fundamentándose en un buen manejo de la luz natural (incluso en las escenas nocturnas) consigue trasladarnos a esos brillantes días de Sol, áureos atardeceres y azulados anocheceres, que homenajean a los westerns de antaño, pero imprimiendo a la vez un carácter a la imagen que tiene que ver con la actual convivencia entre los mestizos y los indios americanos en esas tierras baldías, que aún parecen lejanas y suspendidas en el tiempo.
