por Adelaida Valcarce
Los colores saturados de la primera Suspiria han mutado en los grises otoñales de los años de la posguerra alemana dotando al film de una pátina entre lluviosa y oscura. Además, está esa musa de Guadagnino que es Tilda Swinton, y que aquí representa tres papeles, a cual más histriónico. La labor de la actriz es titánica y no decepciona, metiéndose en la piel de dos de las profesoras de la academia y del doctor Josef Klemperer
La nueva Suspiria es una fábula alegórica, una peli de miedo que no necesita dar sustos cada tantos minutos. El osado director además da otras interpretaciones a los aquelarres de la escuela y alcanza una complejidad discursiva que dota al guión de una dimensión visual y argumentistica nueva. Pero también hay una parte negativa en el film, como es su desmesurado metraje. En su afán por distinguirse de la primera película, además, hay una subtrama totalmente impostada, como es la de la irrupción del nombrado Klemperer, con una deriva argumental poco convincente. Pese a estas contras, se trata de una cinta muy recomendable para los amantes del género terrorífico, en su vertiente de giallo, y de una rareza en la filmografía de Guadagnino, que necesita de un paladeo lento para disfrutar mejor de su estilo arrebatado y perturbador.