MARY SHELLEY

por Adelaida Valcarce

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Hija del editor y filósofo William Godwin y de la escritora feminista Mary Wollstonecaft , relacionada desde la cuna con el ambiente cultural del Londres de principios del XIX, Mary Shelley alzó la voz en un mundo que coartaba la  libertad femenina hasta límites insospechados y que reducía a las mujeres al papel de cuidadoras del esposo y la prole. Digna sucesora de su madre, Mary se rebeló como nadie ante la asfixiante sociedad británica  de su época. De todo esto, y de la deslumbrante génesis de Frankestein, trata la película de Haifaa Al-Mansour. La directora es la primera mujer que dirigió un film en Arabia Saudí (La bicicleta verde, 2012), y ahora, con mano firme,  filma esta película que bebe del mejor cine británico de biopics. El momento no puede ser más oportuno: se cumplen 200 años de la  edición del libro con el que ha pasado la autora al Olimpo de la literatura y corren tiempos de justa reivindicación del papel femenino en todas las artes a lo largo de la Historia (aún en cartel está la cinta que trata la figura de Lou Andreas Salomé, una personalidad imprescindible de la filosofía).

Elle Fanning (Super 8, The Neon Demon,  entre otras) da vida a la escritora imprimiendo al personaje la frescura de su juventud, y recrea perfectamente la vida de tragedia que la autora padeció en la realidad, pues perdió 3 hijos, vivió estrecheces sin fin, enviudó a los 24 años y no pudo vivir de la novela que la hizo pasar a la posteridad. Pero la Mary del film es ingenua y soñadora. Imagina una vida feliz al lado del hombre que ama (el poeta Percy Shelley encarnado por Douglas Booth), consagrada a la creación, pero la realidad se impone y su relación dista de ser idílica, condicionándose a los problemas económicos, las relaciones adúlteras y la manipulación emocional.

Capítulo aparte merece la recreación  de la reunión de la pareja Shelley con Lord Byron, entre otros, en el lago Lemán. Esos días se han visto más veces en la pantalla, baste con recordar Remando al viento (Gonzalo Suárez, 1988), pero nunca se había filmado desde la perspectiva de la autora, presa del insomnio y la depresión. Y es que este es el mayor valor de la película, la visión exclusiva de Mary, no como una mera comparsa del resto de personajes, si no como voz única de su propia historia, hija de su tiempo, madre que se culpabiliza de la muerte de sus hijos, y mujer en definitiva que busca su camino a pesar de los terribles peajes que conlleva.

MARY SHELLEY3

Solo queda, por tanto, disfrutar de esta película de ambientación impecable, y sentirse cómplice de esa joven escritora que aún desconoce su destino en la Historia. Y releer si cabe la inmortal novela que transcendió a su época, pilar indiscutible del género gótico y de ciencia ficción.

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