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por Ricardo Garijo Lima
Tras su paso por San Sebastián y Cannes, donde consiguió el premio a mejor película europea, se estrena en nuestro país Los Consejos de Alice, segundo largometraje NicolasPariser, protagonizado por una de las estrellas francesas del momento, AnaÏsDemoustier, quien interpreta a Alice. Alice, una joven con conocimientos en filosofía, es contratada por el alcalde de Lyon, a quien da vida el siempre confiable FabriceLuchini. El personaje interpretado por Luchini atraviesa una crisis en la que, tras años dedicado a la política, ahora es incapaz de tener nuevas ideas para implementar en su gobierno, esto es lo que le lleva a buscar a la joven, con quien entabla un diálogo con la esperanza de recuperar su imaginación.
Pariser trata, mediante esta sátira, de reflejar el estado actual de la izquierda francesa, la cual considera el último bastión frente a la amenaza de la extrema derecha. Su intención es mostrar lo dividida que se encuentra esta izquierda, señalando el conflicto interno y por qué, a pesar de contar con idealistas e intelectuales, no consigue plantear cara a la derecha más radical.
Sin embargo, el realizador peca de ambicioso y termina por quedarse en tierra de nadie. Su principal problema es la historia y el guión que él mismo firma. Intenta recrear algo semejante a la fórmula que tanto éxito ha traído en los últimos años a Armando Ianucci, pero nunca termina de entregarse del todo al código irreverente o surrealista que sí maneja el director escocés.
Esto unido a un cierto tono aleccionador hacen que la película se deshaga, sucediéndose las escenas más por casualidad que por causalidad. Alice se pasa la película siendo guiada por personajes de un lado a otro donde las situaciones le esperan para suceder. El mayor problema del guión es que, debido a esto, las escenas no se encuentran hiladas, dando lugar a una sucesión de conversaciones con personajes secundarios.
Los diálogos poseen un carácter sociopolítico, pero temen perder el interés del espectador, por lo que se quedan en meros clichés. Demoustier vaga por el filme sin mostrar ningún tipo de implicación hacia las situaciones que le rodean, lo que desemboca en un interpretación superflua.
El punto favorable de la película siguen siendo las intervenciones de Luchini, quien logra salvar las escasas escenas en las que aparece. Luchini consigue dotar de un histrionismo a su personaje que resulta ser lo único gracioso en una cinta que no termina de ganarse la etiqueta de comedia.
Pariser intenta montar una película que ofrezca una perspectiva de por qué la izquierda carece de mordiente, pero acaba sumándose a aquello que intenta criticar. Volviéndose otra de esas voces cargadas de buenas intenciones pero que no aporta nada a una solución que parece esquivar a pensadores y políticos.
