Leigh narra los acontecimientos de forma fidedigna y cronológica, lo cual es importante para comprender el creciente clima de desasosiego que impregna estos acontecimientos y su trascendencia, apoyándose en una dirección artística sobresaliente y una fotografía que pone de relieve los movimientos de masas que suceden hacia el final de la película. El realizador no desaprovecha la ocasión para utilizar la trama a fin de realizar una ácida crítica social acerca de
los poderosos y las pacientes clases populares que, en definitiva, son siempre los perjudicados. Para componer este entramado narrativo, el director no escatima en minutos (más de dos horas), ni en personajes, ya que a fin de contar lo acaecido de forma verídica, nos presenta a cada uno de los parlamentarios, oradores, periodistas y clases trabajadoras, con un hilo conductor: un joven desfavorecido que encarna los excesos del poder sobre los pobres.