Un diseño de arte excelente unido a una amplia gama de recursos visuales y de iluminación genera una ambientación tétrica y siniestra a más no poder, donde la imaginería al menos cumple su función de atraparnos en el relato, dejando fotogramas para el recuerdo. Repentinas subidas de volumen de los efectos de sonido (mal integradas en algunos casos) intentan mantenernos alerta. Cliché tras cliché, esta heredera de Verónica (Paco Plaza, 2017) avanza como un terror netamente pulp, en el que se da el contraste de una producción excelente con unas interpretaciones que parecen no tomarse en serio a sí mismas, excepto por Claudia Placer (Alegría, tristeza, En las estrellas, Verónica), una niña-actriz que se supera a sí misma cada vez, demostrando que esto de la actuación no es una cuestión de edades o experiencia sino de involucración plena sea cual sea tu papel en el metraje.