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por Mario Ballesteros

Calificación
3/5
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En un tiempo en que la sociedad apenas tiene tiempo de asimilar la ingente cantidad de avances e inventos que surgen día a día, cada vez se nos hace más difícil la tarea diferenciar entre lo que necesitamos y lo que no, somos carne de marketing. Reconforta poder retraer la mirada a un tiempo en el que todo parecía mucho más sencillo, donde las necesidades como sociedad si parecían marcar un rumbo claro de hacia dónde se debía dedicar el esfuerzo por innovar, pero como bien demuestra esta película, la competencia es un concepto atemporal y que no nos es ajena ni ahora, ni entonces. 

La Guerra de las corrientes narra la ardua disputa entre Thomas Edison y George Westinghouse en la introducción de los sistemas de transmisión eléctrica en los Estados Unidos, librada entre 1880 y 1890. Esta guerra comercial derivó en un importante debate público sobre la seguridad de estos sistemas y un cruce de propaganda de descrédito entre los dos empresarios, descubriendo por el camino el talento y la historia de figuras como el enigmático Nikola Tesla. 

Dirigida por Alfonso Gómez-Rejón (La ciudad que teme al ocaso) se estrenó originalmente en el festival de Toronto en el 2017 y no cosechó entonces el favor de la crítica. Por ello el director se vio obligado a rodar hasta diez minutos más de metraje nuevo y a reeditar entera la película para llegar a la versión que hoy nos llega.

La película hace gala de una narrativa sorprendentemente ágil durante el primer tercio de la película, donde el director logra un interesante contraste mostrando el siglo XIX y su atmósfera oscura tan de Edgar Alan Poe pero vista a través de secuencias muy veloces, a menudo haciendo uso de una cámara flotante moviéndose por el espacio en complicadas coreografías con ecos de Spielberg, muchos cortes en la edición y una banda sonora que imprime ritmo a fuerza de bajos y pulsaciones. Sorprende y se agradece a partes iguales encontrarse con este tipo de narrativa que consigue transmitir esa sensación de competición, esa carrera constante a la que están abocados los protagonistas durante toda la historia. Quizá hacia la mitad de la película este ritmo se va diluyendo para dar paso a secuencias con menor movimiento en un tono más intimista para mostrarnos las cargas personales que arrastran los personajes y ahondar más en la narración de las consecuencias de esta batalla comercial. 

El guión firmado por Michael Mitnick nos permite asomarnos a la  condición humana de sus personajes, a sus virtudes y a sus taras, conocer cuáles son sus intereses y qué límites están dispuestos a sobrepasar para conseguirlos. Unido a un reparto acertadísimo donde se eleva por encima de todo el trabajo de Benedict Cumberbacht (Sherlock, The Imitation Game) interpretando a la figura de Thomas Alva Edison y aunque bien es cierto que el talento de este actor parece preponderar en papeles de genio o superdotado que tan bien le encajan, lejos del encasillamiento, siempre crea algo nuevo, algo con lo que el espectador empatiza y se sostiene durante todo el filme. No muy lejos se queda el trabajo de Michael Sheenan (Boardwalk Empire, La forma del agua) que compone a un Westinghouse que transmite en todo momento ser la otra cara de la misma moneda de Edison y de Nicolas Hoult (Mad Max) haciendo de Nikola Tesla, papel que a mi juicio queda deslucido por la larga sombra de los dos protagonistas. Tom Holland (Spiderman) y Mathew Macfayden (Sucession) completan el reparto del que no me gustaría dejar de hablar sin incluir a sus protagonistas femeninas y sus interpretaciones. Si bien es cierto que estamos demasiado acostumbrados a ver el papel de la mujer en el cine como algo accesorio y supeditado a los papeles masculinos, es de agradecer que veamos el trabajo de Katherine Waterson (Inherent Vice) y Tuppence Middleton (The Imitation Game) que a pesar de ejercer los roles de esposas de los protagonistas, las vemos como verdaderos motores generadores de acción con peso en la trama.

Parece que a esta Guerra de la Corrientes le ha venido muy bien este re-cut, ofreciéndonos un pedazo muy interesante de la historia que nos saca de la sala con preguntas en la cabeza sobre los límites éticos y morales que el ser humano está dispuesto a traspasar para no ser pasto del olvido, de la necesidad que tenemos cada vez más de trascender en una sociedad donde cada vez pesa más lo individual y de cómo toda esta historia, que nos suena tan actual, ya pasó cien años antes cuando el mundo era mucho más oscuro, aunque claro,antes había mucho más por iluminar.

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