por Adelaida Valcarce
Como el resto de los dramas de Chéjov, La gaviota depende de un bien formado elenco de diferentes y bien desarrollados personajes. Por eso es importantísima la aportación de los actores y en esta adaptación lo que sobra son buenas interpretaciones, destacando el trabajo de Bening y Ronan, que dan a sus papeles un sentido lírico muy bien trabajado.
En oposición a muchos melodramas teatrales del siglo XIX, las escabrosas acciones (como el intento de suicidio de Tréplev) suceden tras bastidores. Los personajes tienden a hablar en circunloquios alrededor de un tema, en lugar de discutirlo expresamente, un concepto conocido en literatura como «subtexto«. Es más importante lo que se intuye sin decirse que lo que realmente se verbaliza y eso ha sido perfectamente reflejado en el lenguaje fílmico. Y no es fácil.
La película es una inmersión perfecta en la atmósfera de Chéjov y por lo tanto muy recomendable. Es ágil y divertida, y dulce y amarga a la vez, como la vida misma en definitiva.