Me explico: en High Life asistimos a un viaje inquietante, asfixiante, con unos personajes desechados por la sociedad que se saben cobayas humanas. Y lo aceptan a fin de escapar de la cárcel. Un escenario donde el sexo y la violencia es algo habitual, pero dónde hay también algún elemento capaz de redimir al ser humano. En esta penitenciaría espacial, donde el ciclo vital es de un solo día y hay que conseguirlo cada 24 horas, no hay camino, ni futuro, ni meta pero sí se atisba la vida abriéndose paso, divisándose un horizonte esperanzador. La película tiene el mérito de filmar algo que no se parece en absolutamente nada a las película rodadas previamente (y a la mayoría de las que están por llegar, es de suponer) sobre viajes espaciales. Un rara avis fílmico difícil de contextualizar. Tan sugerente y narcótico como irritante y grotesco. Una experiencia inteligente, abrumadora en la fotografía y en el diseño sonoro, así como en la concreción de su dirección artística y en lo desfasado, perturbador y algo hilarante de sus instantes más sexuales o violentos. Una película irregular que no es para todo el mundo, pero absolutamente recomendable. El trabajo más original de entre los estrenos de las últimas semanas, que se convertirá en obra de culto para algunos y una pérdida de tiempo para otros. Juzguen ustedes mismos.