Que si, que Polanski es probablemente uno de los pocos grandes directores que aún nos queda vivo, que si, que igual todavía le queda en la manga una obra maestra, que si, que es muy difícil no tener en cuenta que sobre su cabeza pesan acusaciones que igual le deberían tener frente a un tribunal y no detrás de la cámara. Pero oh campos de soledad tristes collados, aquí tenemos al bueno de Roman con una nueva película bajo el brazo y con el beneplácito del gran jurado del festival de Venecia que le concedió en su última edición el León de Plata a la segunda mejor cinta. Así que quizá lo más justo sea valorar esta película olvidando por un momento todo el circo mediático que rodea actualmente al director polaco y nos centremos única y exclusivamente en este filme, entendiendo que por muy larga que sea la sombra de su director, una película es también la suma del trabajo de muchas partes, un equipo que probablemente no quiera ver su trabajo definido por las desventuras del bueno de Roman.