por Carlos Rubio
Ser un espía es difícil: tienes que infiltrarte, pasar desapercibido, saber disparar, pelear, ser guapo, saber conducir todo tipo de vehículos… Pero, lo más difícil, es poder mantener una relación de pareja.
Cuando Drew (Justin Theroux), un espía americano, es descubierto en una de sus misiones, toda su vida se desmorona; al otro lado del mundo, su ex-novia, Audrey (Mila Kunis), se emborracha para olvidarle. Sin embargo, la súbita aparición de Drew en el piso que Audrey comparte con su mejor amiga, Morgan (Kate McKinnon), hace que ambas se vean envueltas en una trama internacional de espionaje. Alentadas a no fiarse de nadie, Audrey y Morgan atraviesan Europa entre tiroteos, persecuciones, explosiones y torturas.
Centrándose especialmente en la estrecha relación de amistad entre Audrey y Morgan, la historia explota el cliché de la americana media que no ha salido nunca de su ciudad, menos aún del país, y que es un poco paleta. Mila Kunis, cuyos papeles a lo largo de su carrera han explotado una faceta de “niña tonta”, que seguramente no sea veraz, repite, una vez más, en su papel de fracasada que lo único bueno que tiene es su cara. Kate McKinnon, acostumbrada a rodar comedia para Saturday Night Live, y más conocida por su rol en el reinicio de la saga de Cazafantasmas, hace de amiga pesada que está un poco ida de la olla.
Con una duración de casi dos horas, por desgracia a la película se le acaba el fuelle del ingenio un rato antes de su fin. El problema está claramente localizado en el guion, escrito con poco conocimiento del género, y es que a pesar de que este está lleno de frases con chispa, situaciones cómicas de tortazos y unos villanos un tanto psicópatas que te hacen reír por ser tan extraños, a la película también le falta algo importante: la química entre sus actrices principales.
El problema no está en Kate McKinnon, que parece que nació para interpretar cualquier papel de persona poco cuerda, sino en el casting de Mila Kunis. Si bien su currículo es impecable, el estilo de humor que frecuenta está muy lejos del humor slapstick que funciona con esta clase de películas que aúna la comedia con el thriller de espías; bien es conocida su voz como dobladora de Meg en Padre de Familia, con su humor macarra un nivel por encima de Los Simpson, y su papel en That 70’s Show, donde ejercía de adolescente pija e insufrible. La cuestión es que, al intentar encontrar un punto medio entre sus dos versiones más conocidas, no han sabido ofrecerle unos diálogos más elocuentes y acordes con el personaje que debería estar interpretando.
El espía que me plantó es una película entretenida, con acción bien rodada y que quiere explotar la ecuación “comedia macarra + amistad imperecedera”, pero por desgracia muere en la orilla. No te preocupes, Kate McKinnon, algún día alguien estará a tu altura.