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por Mario Ballesteros
Si el cine está hecho del mismo material del que están hechos los sueños, el teatro fue hecho mucho tiempo antes por los mismos soñadores. Y así, como si de un estupendo juego de espejos se tratara nos llega “Cartas a Roxane” la película que imagina la génesis de la obra “Cyrano de Bergerac”.
Escrita, dirigida e interpretada por Alexis Michalik (Au sol, Friday Night) la cinta nos traslada a la efervescente escena teatral de París de finales del Siglo XIX. En ella el joven dramaturgo Edmond Rostand intenta sin demasiado éxito hacerse un hueco entre la competitiva plana de autores de la ciudad. Gracias a su admiradora, la mítica actriz Sara Bernhardt, recibirá el encargo de escribir el nuevo texto para Constant Coquelin, uno de los mejores actores del momento. Sin embargo, este será un regalo envenenado ya que sólo dispondrá de tres semanas para escribir, ensayar y estrenar “Cyrano de Bergerac”
El director narra esta historia manteniendo un ritmo rápido, siempre enérgico, gracias secuencias ágiles, con personajes bien dibujados y esperpénticos que destilan la comedia a través el vodevil tan de la época. Pero es imposible no llegar a la conclusión una vez terminado el visionado, que lo que nos propone estas “Cartas a Roxane” ya lo hemos visto antes en otras películas. La historia del autor que bebe de su realidad para aplicarla a la ficción que está creando es una fórmula tiene su más claro precedente en “Shakespeare in love” (John Madden, 1998) y son tantas sus puntos en común que la personalidad de la cinta francesa se ve deslucida ante irremediables comparaciones.
Como curiosidad, el guión, concebido desde un inicio para ser filmado, tuvo que triunfar en las tablas de los teatros franceses antes de dar el salto a la gran pantalla. Por lo que nació como una película que se tuvo que adaptar al teatro, cuyo tema versa sobre el montaje de una obra de teatro y que finalmente fue adaptada en la película que siempre debió ser. Siga el retruécano el que pueda.
Más allá de eso, la película es un intachable ejercicio de estilo que narra con claridad y aborda su vocación de comedia de manera resuelta, a excepción de algunas deshonrosas licencias humorísticas de mal gusto que aparecen puntualmente, pero que no deslucen en el total lo que realmente esconde esta “Cartas a Roxane”, un canto de amor al teatro de época, al vodevil y a la ficción que se hace vida encima de las tablas.
Acomódense, la función va a comenzar.
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