Comparando esta con otras películas históricas como la extraordinaria Agony (1981), de Elem Klímov, o más próxima, La mort de Louis XIV (2016), de Albert Serra, donde subyacen las luchas y pulsiones más crueles de la existencia, caemos en la cuenta de que el film adolece de ciertas dificultades para alcanzar esa necesaria reflexión que en el fondo se debería desprender de cualquier película que hable sobre el poder. He aquí su mayor debilidad, a la hora de no traspasar esa aparente superficialidad para sumirse en las cuestiones eternas que hacen sufrir a la humanidad. Lo que, unido a ciertas dosis de cinismo y de humor absurdo latente nos permite rememorar otros films políticos francesas como Crónicas diplomáticas (Bertrand Tavernier, 2013) o El ejercicio del poder (Pierre Schoeller, 2011).