ÁRTICO

por Adelaida Valcarce

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Ártico

Las películas sobre experiencias de supervivencia extrema, parten de una construcción argumental y siguen un patrón muy particular: se trata de sobrellevar una existencia en un medio inhóspito intentando salvaguardar la vida y encontrar cómo salir de allí con los medios que posee el protagonista y agudizando el ingenio hasta límites insospechados. Pero, a pesar de ser una trama siempre similar, no deja de ser emocionante seguir las peripecias agotadoras y silenciosas del atrapado en circunstancias tan adversas.

Ártico, dirigida por Joe Penna, no es una excepción a lo dicho anteriormente. En su germen se pensó que la acción transcurriera en Marte, pero tal idea se abandonó ante la irrupción de Ridley Scott con una película protagonizada por Matt Damon (Marte), por lo que finalmente se optó porque la narración sucediera en un espacio glaciar. Su realizador, curtido en cortometrajes y series de televisión, se enfrenta aquí a su primer largo sin empequeñecerse al rodar con solo dos actores y escasas líneas de diálogo, y sin escatimar esfuerzos a la hora de lograr conectar con el espectador a través de esta historia de superación personal en un hábitat inclemente, consiguiendo que sintamos en nuestras carnes el frío sin necesidad de iSENS, y que nos arrebujemos en el asiento, a la espera de los acontecimientos. La misión la comanda un superlativo Mads Mikkelsen (La caza), quien es capaz de cargar con la película sobre sus hombros desde la primera e impactante secuencia, en la que el protagonista cava arduamente con el único objetivo de que la señal de S.O.S. no quede cubierta por la nieve y sea visible desde el aire.

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La primera parte del film transcurre de forma aparentemente monótona, y el espectador observa las rutinarias tareas que Overgard realiza diariamente, en un sentido para ser encontrado y auxiliado, y en el otro para no volverse loco, manteniendo unos horarios regulares marcados por los pitidos de su reloj. No puede hablar con nadie porque nadie hay, pero sí tiene que enfrentarse a osos, por ejemplo, que le ponen en peligro en su día a día. Mediado el metraje del film irrumpe otro personaje, superviviente de un accidente aéreo y junto al que nuestro héroe intenta llegar a algún lugar civilizado. El estado de aquel, de extrema gravedad, hace que la película siga transcurriendo casi sin palabras. La dicotomía entonces es evidente: sobrevivir en el precario campamento que ha improvisado el protagonista o aventurarse hacia lo desconocido sin saber si el éxito le acompañara. Morir esperando o buscar la muerte. 

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El film se rueda en un entorno tan bello como cruel y eso es parte de su encanto, subrayado por una fotografía muy notable de Tomas Om Tomassom, quien hace prevalecer el conocimiento sobre el terreno de su Islandia natal. En definitiva, estamos ante una película más que notable dentro del subgénero, que te atrapa tanto atmosférica como interpretativamente.

Calificación de la película
4/5

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