Ártico, dirigida por Joe Penna, no es una excepción a lo dicho anteriormente. En su germen se pensó que la acción transcurriera en Marte, pero tal idea se abandonó ante la irrupción de Ridley Scott con una película protagonizada por Matt Damon (Marte), por lo que finalmente se optó porque la narración sucediera en un espacio glaciar. Su realizador, curtido en cortometrajes y series de televisión, se enfrenta aquí a su primer largo sin empequeñecerse al rodar con solo dos actores y escasas líneas de diálogo, y sin escatimar esfuerzos a la hora de lograr conectar con el espectador a través de esta historia de superación personal en un hábitat inclemente, consiguiendo que sintamos en nuestras carnes el frío sin necesidad de iSENS, y que nos arrebujemos en el asiento, a la espera de los acontecimientos. La misión la comanda un superlativo Mads Mikkelsen (La caza), quien es capaz de cargar con la película sobre sus hombros desde la primera e impactante secuencia, en la que el protagonista cava arduamente con el único objetivo de que la señal de S.O.S. no quede cubierta por la nieve y sea visible desde el aire.