Pero habiendo alabado todos estos prodigios técnicos, el verdadero talón de Aquiles de esta cinta es que aún con todo este lavado de cara después de 17 años en barbecho, se siguen repitiendo los mismos esquemas tanto de acción como de guión que tantas y tantas veces hemos visto ya en este género. Parece que hay un miedo soterrado por soltar los viejos trucos que tanto bien le hicieron a la franquicia allá por 1995, y es que el cine por esos años no era lo que es ahora. A mediados de los noventa ya asistimos a la muerte del género de acción de la mano de El último gran heroe (John Mc Tiernan,1993) la denostada cinta que venía a ser lo que fue Scream (Wes Craven,1996) para el género Slasher, es decir, el género habiendo agotado ya sus posibilidades, se reinventa en una suerte de producción post-genero, riéndose de todos los elementos que le han caracterizado hasta la fecha. Y si en 1995 todavía podíamos asimilar todas las características por las que nos gustó la primera entrega de estos Bad Boys, dos personajes fuera de la ley que no respetan los procedimientos, con diálogos cómicos como contrapunto a las secuencias de acción llenas de violencia, hoy en día esta visión se queda desfasada por los tiempos que corren. Y no se confundan, están leyendo a alguien que disfruta como el que más fagocitando franquicias en las cuales el número que las compongan es lo de menos si ofrecen espectáculo y entretenimiento, pero en este caso sí le hubiera pedido más a la historia ya que esta Bad Boys for Life sigue estando impregnada del mismo olor a testosterona y violencia que antaño y aunque juegue a eso la cinta, se echa de menos que la misma se tome un poco menos en serio a sí misma y nos ofrezca un punto de vista más autoreferencial sobre el hecho de que (por ejemplo) con 50 años el agente Lowrey no quiere madurar o que su compañero tenga miedo a su esposa amén de todos los chistes machistas derivados.