Tony es un periodista frustrado y sumido en la desesperación que trabaja en un periódico local. Un cáncer acaba de arrebatarle a su esposa, a la que estaba muy unido. La pérdida le ha generado una profunda depresión que Tony muestra a través de una personalidad agria y un odio desmesurado por el ser humano. A pesar de todo esto, el personaje está construido a la perfección, ya que el espectador lo adora desde el primer momento: siente su dolor, lo comprende, y desea que poco a poco salga del pozo de pena en el que se está ahogando.
La depresión y el duelo, son dos temas ya tratados en el cine y las series; pero Gervais nos muestra un punto de vista fresco, ya que no recurre a mostrarnos un hombre depresivo con aspecto de zombi triste. Esta forma de hablar de la enfermedad mental más común de nuestra sociedad, y también una de mas más estigmatizadas, es una forma de mostrar que hay muchas formas de sentir dolor, y que cada persona exterioriza su sufrimiento o construye su coraza a su forma. No hay reglas para la depresión, a pesar de que existan síntomas comunes. Esta es otra de las ideas que el director nos inculca a través de un subtexto reflexivo y muy bien trabajado. Tony nos ayuda a comprender que, a veces, cuando nos topamos con una persona que actúa de cierta manera, no debemos juzgarla ya que desconocemos por lo que puede estar pasando. El protagonista de carácter agrio con el que el espectador empatiza nos recuerda sutilmente a figuras como las del Doctor House (de la serie House) o al profesor de filosofía Merlí Bergeron (de la serie catalana Merlí).