Aunque filmes diferenciados, que incluso atesoran una estética heterogénea partiendo de la fotografía naturalista de Shabier Kirchner, y aparte de las reminiscencias evidentes de Spike Lee y sobre todo del cine de Ken Loach, todos ellos concitan una serie de elementos cuya presencia y significación como parte imprescindible del discurso del conjunto, obsesionan a McQueen. No son sólo la abundancia de planos detalle explicativos que abren cada secuencia o aportan significante, las angulaciones extremas, los desenfoques selectivos, los pragmáticos encabalgamientos, las tenaces imágenes especulares o el uso del juego de sombras, que aportan un cuidado manierismo a algunas de las secuencias (como por ejemplo, esos barrotes sobre los que avanza Leroy Lange en
Red, White and Blue, que revelan la estrella de la población negra del
West London cuando trata de encaramarse a las instituciones hostiles a su origen y su color de piel).