THE PARTY – por Carlos Rubio

Siete amigos, una casa, algo que celebrar y, de manera latente, mucho que lamentar. Aunque de aparente premisa sencilla, The Party no es una comedia al uso. Es una comedia negra, una comedia situacional, una comedia comedida y mordaz y, para culminar, aún tiene hueco para el drama. Cada personaje tiene su propio mundo interno; sus motivaciones y sus odios ciegos. Cada personaje choca con otro, irremediablemente. Cada personaje intenta flotar y sobrevivir al aciago día que se vive en casa de Janet (Kristin Scott Thomas).

Janet acaba de conseguir su primer gran puesto: ser Ministra de Sanidad en la sombra, formando parte de la oposición. Para celebrarlo, invita a sus amigos más cercanos a acudir a su casa, donde vive con su marido, Bill. En los primeros compases de la película, cada personaje hace acto de presencia en la morada de la ministra, prácticamente auto-introduciéndose y dejando entrever qué pueden aportar sus formas de ser a la historia por desarrollar. Efectivamente, al terminar el primer acto introductorio, de ritmo lento y pausado, la historia da un vuelco y todos los personajes empiezan a despertarse de una especie de letargo; a partir de aquí, la comedia y el drama se desdibujan en uno y se aúnan in crescendo hasta llegar al clímax de la película.


Sally Potter, que, aparte de dirigir la película, firma el guion, explota al máximo a sus personajes y los hace sufrir. Pero los hace sufrir de una manera muy clara y concisa: yendo a donde le duele a cada uno de ellos. Si bien en un principio todos parecen un poco excéntricos a su manera, la clara evolución y el tiempo dedicado a mostrar las dos caras de la moneda, pone en su lugar a cada personaje.
Rodada en blanco y negro, en una sola localización (la casa de Janet) y con un guion en el que priman los diálogos, Sally Potter lanza a ciegas su fe hacia sus actores y actrices. Y acierta de lleno. Cada personaje está interpretado maravillosamente, con sus tejemanejes y emociones, y dirigido con maestría; centrándose solamente en los detalles más importantes de cada uno y no dejándote respirar entre medias por si acaso. Es la naturalidad de estos diálogos lo que más hace destacar a The Party, que bien podría haber ocurrido en la casa de cualquier persona, sin importar la edad ni las vivencias de sus interlocutores. Si bien tarda en arrancar, los 71 minutos al final acaban quedándose cortos, dejando a uno deseoso de más discusiones, confidencias y secretos arraigados.

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