SUFRAGISTAS- por Cristina Tovar Raffalli

TEMA INCENDIARIO, ESTILO INVISIBLE

Los inicios del siglo XX constituyen una época fascinante en cuanto a su relevancia en la historia de la humanidad y sus posteriores consecuencias. Años llenos de misterio, descubrimientos, industrialización salvaje, romance científico, movimientos artísticos y también espíritus rebeldes que luchaban por el cambio y el progreso. Dentro de este clima se sitúa Sufragistas, una ficción dirigida por Sarah Gavron que bebe directamente de la historia y recrea una época en que un grupo de mujeres inglesas luchaban por el derecho al voto femenino con una convicción fervorosa hasta el punto de la anarquía. Un tema fascinante e incendiario que se abarca de manera correcta y a la vez insuficiente en esta película.
¿Por qué correcta? Utilizo esta palabra porque Sufragistas es una película amable, bien intencionada, que busca reivindicar un episodio importante de la historia que ha tenido consecuencias posteriores en todo el mundo, en cuanto a los derechos de la mujer se refiere. El mayor acierto es el reparto secundario femenino, con Helena Bonham Carter y Meryl Streep, actrices consagradas que encarnan la fuerza de los personajes históricos que representan, además de ser excelentes anclajes para atraer al público. No puedo dejar de mencionar a Carey Mulligan, quien protagoniza la película con el personaje de Maud. Su interpretación es conmovedora y tiene el poder de empatizar con el público a nivel emocional.
¿Por qué insuficiente? Es justamente en Maud donde la película falla, no por la actriz, sino por las situaciones por las que hacen pasar al personaje, siendo en todo momento una víctima de sus circunstancias, que dirigen la historia hacia el melodrama. Maud se convierte en una especie de súper-heroína. Es prácticamente esclava de su trabajo, con un pasado de abuso sexual por parte de su jefe, esposa comprometida, madre amorosa y luego, casi por accidente, luchadora por los derechos femeninos. Se convierte en una sufragista comprometida, encarcelada, manipulada, apartada de su hijo y testigo de la muerte de Emily, una de las principales sufragistas. Esto es lo que fatiga, la excesiva intención por conmover.
Lo más valioso que tiene Sufragistas es haber concluido con un fragmento documental y rescatar la memoria de Emily Davison, militante del movimiento por el voto femenino. Uno de los puntos más fuertes de la película es el momento en que esta mujer es derribada por el caballo del rey. Es la recreación de un hecho histórico que fue registrado en el momento en que sucedió (1913), del cual se conservan los archivos. Es casi impensable que este tipo de materiales fílmicos puedan llegar de otra manera a una pantalla de cine comercial, ya que la mayoría de los documentales viven en las sombras y carecen de público. El material de archivo original concluye la película y, aunque es breve, deja a los espectadores con curiosidad por el tema. 
Esta película introduce ideas y sentimientos importantes en el público, claro. No creo que sea sano verlo como un llamado al feminismo. No se trata de feminismo sino de simple igualdad de derechos, de sentido común. No hay razón alguna por la cual las mujeres no puedan votar, al igual que los hombres. Es preocupante que en el siglo XXI todavía este tipo de temas puedan llegar a ser osados para la opinión pública.
Claro, que una película no se sostiene exclusivamente por ser una lección histórica o ideológica. Sufragistas no tiene nada de innnovador a nivel estilístico: puede resultar hasta convencional si la juzgamos a partir de su impersonalidad autoral, de su apuesta por una dirección casi invisible.
¿Recomendaría verla? No como una prioridad vital, pero sí. Diría que es una película fácil de olvidar, pero con un tema que persiste en la memoria.

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