LA VIDA Y NADA MÁS- por Ricardo Garijo Lima

Antonio Méndez Esparza, madrileño asentado en Estados Unidos, estrena La vida y nada más su segundo largometraje. El film fue estrenado en el Festival Internacional de Toronto, cosechando buenas críticas, antes de recibir el Premio FIPRESCI en San Sebastián.
El título de la película no podría ser más acertado, puesto que la película muestra momentos en la vida de una familia americana que se encuentra al borde de la pobreza. Regina es una camarera y madre soltera que se esfuerza por mantener a sus dos hijos, a la vez que busca un espacio en la vida para sus propias necesidades. Por otro lado está Andrew, su primogénito que se ve obligado a adquirir responsabilidades al ser “el hombre de la casa”, mientras que la presión social de las malas influencias que le rodean le llevan a meterse en problemas.


El principal acierto de Méndez Esparza se encuentra en la forma en que plantea el crudo retrato de la realidad. La mayoría de los autores que transitan el cine social terminan por posicionarse de parte de sus protagonistas, convirtiéndolos en héroes desconocidos mediante tramas efectistas. Sin embargo, Méndez Esparza se ciñe al cinéma vérité, decide tener un acercamiento casi documental.
La cámara apenas se mueve en la mayoría de planos, y si lo hace tiene un motivo técnico más que poético, siendo movimientos de seguimiento que permiten que el personaje no salga del encuadre. Pero gran parte de la película transcurre con planos estáticos mostrando escenas de la vida de los protagonistas.
Mediante este planteamiento se aleja de lo moralista a la vez que consigue contarnos los pequeños momentos que van sumando, que terminan por explicar e incluso predecir y justificar las acciones de Andrew y Regina.

Méndez Esparza es muy sutil a la hora de aportar su visión, consiguiéndolo mediante el montaje. Así, el principio del film muestra a Andrew recibiendo consejos de varios allegados que se preocupan por él, pero el continuo bombardeo al que se ve expuesto termina transformando los sermones en una verborrea indiscernible.

Con esta película el español consigue mostrar que lo que sucede en la vida no es todo blanco o negro, sino una escala de grises que va sumando. A su vez demuestra, como recoge el recorte de prensa, que el mejor cine independiente americano no es solo cosa de yanquis.

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