Una de las comedias del año llega de la mano de Armando Iannucci, el creador de la multi galardona serie Veep, que estrena su segundo largometraje con un reparto de lujo. La muerte de Stalin es una divertida sátira basada en hechos reales repleta de humor negro.
Empieza con el día de la muerte de Stalin y narra los días que le suceden hasta el funeral del mandatario soviético. Basada en la novelas gráficas de los hermanos Nury y Thierry Robin, esta historia muestra cómo en muchas ocasiones la realidad supera a la ficción, y viceversa.
Desplegando un humor que llega a ser irreverente, dando un doble giro al saber que algunos eventos se encuentran basados en hechos reales, Iannucci demuestra el talento a la hora de escribir que le valió una nominación al Oscar por mejor guión adaptado con su anterior largometraje In The Loop.
Sabe cuando ralentizar la narración para exprimir los momentos surrealistas, pasando de un refinado humor negro al humor más físico que de las propias situaciones se desprenden. Un aliciente más para ver la película está en que cuenta con un reparto repleto de pesos pesados de la comedia actual.
De esta guisa, se reparten el protagonismo Steve Buscemi, como Nikita Khrushchev, Jeffrey Tamborcomo Malenkov, el sucesor elegido por Stalin y Simon Russell Beale como el sádico Lavrentiy Beri. Juntos reinterpretan la encarnizada lucha por hacerse con el poder de la Unión Soviética tras la muerte del “gran líder”. Una lucha que alcanza uno de sus puntos álgidos con la maravillosa interpretación de Jason Isaacs como Zhukov, el líder del ejército rojo.
El cineasta escocés consigue aunar a este gran grupo de actores para que trabajen como elenco en función de una historia que retrata de manera muy distinta a los personajes históricos que conocemos por otras fuentes. Se trata de una parodia acerca de aquellos solemnes padres del comunismo herederos de Lenin y coetáneos de Stalin, cómplices de una era de terror y censura.
Una comedia que llena las salas de risas y que no teme saltarse lo políticamente correcto, hasta el punto de que la película ha sido prohibida en Rusia. Esta sátira de Iannucci critica la doble moral del comunismo, donde la élite desplegaba una competitividad similar a la del feroz capitalismo. Una pequeña joya que no debería pasar desapercibida.