Una premisa común a muchos thrillers son el shock, el desconcierto y el miedo inherentes al encuentro con el otro, con lo diferente. Temes a lo que te es ajeno y, por tanto, primitivamente amenazador. Pero, ¿qué pasa cuando te enfrentas a ti mismo? Es lo que propone En la sombra, obra ganadora del Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa este año y una realización del director alemán de ascendencia turca Fatih Akin, galardonado varias veces anteriormente en los festivales de Berlín, Venecia y Cannes.
La búsqueda de la alemana Katja (Diane Kruger) por justicia y consuelo tras la brutal muerte de su marido turco y de su hijo en un atentado terrorista la enfrenta a demonios muy conocidos, sean los de la cultura y de la historia reciente de su país, sean los que trae dentro de sí. Katja se ve como una mujer tolerante, integradora, casada con un miembro de una minoría discriminada en Alemania y, para colmo, un ex convicto por tráfico de drogas. El atentado la hace desmoronar, le arrebata la familia y la lleva a enfrentarse a su propia madre y a la polícia – inclinada obviamente a culpabilizar a la víctima, por musulmán y ex criminal. La revelación de que el atentado ha sido perpetrado por una célula neonazi alemana la arrojará en una batalla jurídica y una vorágine de venganza que sacudirán los cimientos de sus creencias.
Complejo, contradictorio, visceral, el personaje tan bien construido por Kruger le dio el premio a la mejor actriz en Cannes. Parte importante del trabajo lo hicieron Fatih y el coautor del guión, Hark Bohm, célebre por su larga colaboración con el seminal Rainer Werner Fassbinder. Toda la obra gira brillantemente alrededor de esta mujer de valor pero que duda, vacila y casi desiste varias veces ante la imposibilidad de enfrentarse a un sistema racista e indiferente, incluso en una democracia avanzada como Alemania.
Se trata de una historia sobre una mujer sola y enfrentada a todo un mundo, a un establishment, pero también una historia de tribunales, una historia sobre política y una historia de persecución y miedo, de manera que, todo mezclado, el paquete, captura la atención literalmente hasta el último segundo.
Si no llega a sorprender el final, es porque el director lo va anticipando a través de las varias pistas metidas aquí y allí, materializadas en muchos símbolos – tatuajes, pájaros, el mar y, sobre todo, la lluvia y la luz -, reflejando inequívocamente en pantalla el estado anímico de la protagonista y su acercamiento (o no) a la redención buscada. Contribuye para la construcción de estos estados de luces y sombras evocados incluso en el título el discreto y certero trabajo del director de fotografía Rainer Klausmann, colaborador frecuente de Werner Herzog.