(Artículo publicado originalmente en https://peliculadeldia.com)
El fiscal general Fritz Bauer fue el principal impulsor del Proceso de Auschwitz, que comenzó en Frankfurt en 1963, en el que por primera vez testificaron las víctimas del campo de concentración. Sobre esta cuestión trataba La conspiración del silencio (2014), de Giulio Ricciarelli, en la que Bauer aparecía como asesor del protagonista, un joven fiscal que comienza a investigar la intriga maquinada durante los 18 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial por miembros tanto políticos como jurídicos y policiales para que no se destaparan los crímenes cometidos. Pero pese a que su esfuerzo por que el tema del Holocausto se expusiera al debate público en Alemania, la figura de Bauer no es especialmente conocida. Ahora, pasa a un primer plano de la mano del director Lars Kreumen, que tras especular sobre un futuro muy cercano de Die kommenden Tage (2010), gira su vista hacia un episodio del pasado, el cual reviste de thriller clásico.
Históricamente ubicada un poco antes de los acontecimientos de la película de Ricciarelli, El caso Fritz Bauer se centra en la búsqueda que el fiscal llevó a cabo de Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS, responsable directo de la “solución final” de la cuestión judía, que en 1960 fue secuestrado por un grupo del Mossad (alertados por Bauer) en Buenos Aires, y trasladado a Israel, donde fue juzgado y ahorcado. Con el momento de la captura de Eichmann abría también Hannah Arendt (2012), de Margarethe von Trotta, que retrataba el trabajo periodístico de la filósofa durante el juicio de Eichmann. Como Arendt, cuya cobertura daría lugar posteriormente a su tesis en torno a la banalidad del mal, Von Trotta, Kreumen y muchos otros realizadores germanos buscan una aceptación y reconciliación con los errores del pasado a través del análisis y la comprensión en sus trabajos cinematográficos.
El caso Fritz Bauer no es, por tanto, un homenaje al uso sobre un hombre que contribuyó a la reinstauración de la justicia democrática en Alemania. La interpretación que un inmenso Burghart Klaussner hace del personaje es totalmente antipática, pero uno consigue ponerse inmediatamente de su lado cuando le ve rodeado de sus propios enemigos, aquellos que colaboraron con el régimen nacionalsocialista. El acercamiento casi documental al caso (como en los momentos en los que se recrean entrevistas reales), así como la grisácea ambientación y la banda sonora anticlimática de los compositores Christoph M. Kaiser y Julian Maas, quedan empañados por la forzada dramatización con la que se abarca el tema de la supuesta homosexualidad de Bauer. Para ello, se introduce al personaje de Roland Zehrfeld (al que algunos recordarán como el Johnny de Phoenix), cuya relación de camaradería con el fiscal, y todo lo que rodea a su ámbito personal, está tratado con una evidente manipulación.
Pese a la situación en primera línea del panorama cinematográfico de algunas de ellas (La conspiración del silencio pasó el corte de las 9 preseleccionadas para Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y El caso Fritz Bauer ganó el Premio del Público en Locarno, y es la candidata más fuerte a los próximos Premios LOLA del Cine Alemán, con 9 nominaciones), y a su indudable valor, al que aludíamos antes, enfrentando al espectador a hechos poco renombrados y contribuyendo al ejercicio de memoria histórica, estas producciones no consiguen desprenderse de cierta conexión televisiva. La tendencia al didactismo las convierte en cintas que buscan ser asequibles al mayor número de público, dando un resultado menos sugestivo que el de muchos trabajos alemanes que tratan sobre problemáticas actuales. Bien es cierto que el filme que nos ocupa no es amable ni pretende hacer más atractivo aquello que nos cuenta, pero la torpe introducción de subtramas resta fuerza a su fundamental historia principal.