Pantalla en negro y la voz de Barbara, la famosa cantante francesa de los años sesenta, suena en off, explicando a un receptor invisible la creación de una de sus composiciones. Este es el inicio de la última película de Mathieu Amalric que tiene como protagonista a Jeanne Balibar, en el papel de Briggite, una actriz que interpreta a la célebre cantante en un film biográfico. También nos encontramos con el mismo Almaric dando vida a Yves Zand, un director obsesionado con la figura de Barbara y de todo lo que representa.
Éste, sin duda, es un proyecto ambicioso, una película dentro de una película que intercala documentos gráficos de la propia Barbara, un falso documental del rodaje del film y la vida de Briggite fuera del set. Balibar consigue mimetizarse con ella hasta tal punto que el mismo espectador no logra distinguir en qué película está. La vemos cantar, tocar el piano y moverse como Barbara, lo que nos hace caer en un juego de espejos que se vuelve infinito y, en algunas ocasiones, caótico y pesado, ya que no logras diferenciar qué es real y qué no. Ese juego de confusión es alimentado por el personaje de Almaric, el director Yves Zand, que intenta sumergirse en el mundo de Bárbara a través del film, intercediendo en escenas y queriendo ser también protagonista y partícipe de la historia de la compositora.
En realidad, no podemos negar que el cineasta nos lleva hacia su propia concepción de biopic y aprovecha este juego de espejos para hacerlo casi el tema central de la película. Apenas nos ofrece datos sobre la cantante de origen ruso, lo deja todo en manos de Jeanne Balibar, que coge las riendas de la película, se la echa a las espaldas y la lleva hacia adelante con una actuación magistral. El resto de personajes no son más que elementos figurativos que están a su merced y disposición, ellos también se ven envueltos en esta neblina creada por el propio director y ven en Briggite una Bárbara espléndida que necesita que los demás estén en segundo plano.
Y así la cantante francesa se convierte en la protagonista de una historia con altibajos, que puede hacerse larga y algo lenta en algunos puntos y que no intenta encontrar su sitio en el género, sino que lo deconstruye y lo hace suyo, con más o menos acierto, pero de forma original y única.