ANOMALISA, por Mercè Torrens


Cyndi Lauper podría ser la perfecta definición de la palabra anomalía; empezando por su pelo. Ella misma decía que no quería tener el mismo color que el de un tronco de árbol. Esquivar lo normal y la adecuación a lo que es habitual no es algo negativo ni que perjudique. Es una forma de vida de la que muchos pueden hablar pero pocos pueden afrontar o llevar a cabo como nuestro protagonista principal: Michael Stone, autor de libros de autoayuda en el ámbito empresarial. Típico perfil que no pone en práctica sus propias recomendaciones.

Anomalisa, dirigida por Charlie Kaufman y Duke Johnson, es una reflexión sobre una realidad común; aquella que nos ofrece falsas ilusiones para sobrevivir. Una comedia dramática para adultos sobre la inestabilidad que toda persona sufre como ser sensible. Nominada al Oscar a la mejor película de animación, se hace uso de la técnica stop motion de forma impecable; su color y ambiente intimista, la decoración de cada localización, los relieves, el fumar del protagonista, sus cascos del Ipod, las expresiones faciales, la escena de sexo tan cuidada y delicada… Mil y un detalles que nos alejan de esa especial atmósfera que crea la animación.

La película tiene un sentido circular, como la trama en sí ya nos muestra. Al fin y al cabo, todo acaba igual, en el mismo lugar. Se empieza con la lectura de una carta y se acaba con la escritura de otra; ambas basadas en la despedida de una mujer hacia Stone. Lo mismo sucede con las hacinadas voces que escuchamos, tanto en un principio como en un final. Parecen diferentes plegarias que llegan, solo y únicamente, al oído de un Dios, en este caso, nuestro protagonista.

Todo ocurre en veinticuatro horas: una sola noche y el despertar. Cada suceso que padece Stone, lo sufre de forma repentina, haciendo que el espectador se despiste por no seguir un orden lógico en la historia; como la vida en sí. Algo que también deja con cara de interrogación, es el único uso de tres voces (David Thewlis, Jennifer Jason y Tom Noonan) para más de un personaje.

Al ser animación, existen métodos excepcionales que pueden ser útiles para explicar ciertos sucesos abstractos, difíciles de mostrar físicamente. Un ejemplo claro sería, aquél no sé qué, que nos llama la atención de alguien; la respuesta al “¿porqué te gusto?” que nadie puede llegar a responder. La dirección ha sido muy hábil con el simple juego de las voces. La voz de Lisa, que deja ensimismado al protagonista, como si estuviese inducido en un mundo de arco iris y psicotrópicos. Con el himno de la alocada y guerrera pelirroja Girls just want to have fun, Lisa pone una correa imaginaria a nuestro protagonista que lo lleva hacia el nirvana que él está buscando. Ese cántico a capella posee a Stone hasta que el sol invade la oscuridad de la noche y el frenesí nocturno se transforma en pura coherencia diurna. Es en ese instante, cuando todo vuelve a ser igual; las voces, la insatisfacción personal, la rutina… El no poder culpar a nadie sino a uno mismo.

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