A silent voice muestra de manera empática y honesta temas tan sensibles como el acoso escolar, la salud mental, y la diversidad.
Cuando Shoko Nishimiya es transferida a un nuevo colegio no tiene idea de hasta qué punto su presencia cambiará el destino de sus compañeros. Ella es una chica dulce, con una discapacidad auditiva, que intenta ganarse la simpatía de quienes la rodean, y aunque en un principio parece lograrlo todo cambia cuando Shoya Ishida, el típico payaso de la clase, hace de Shoko el objetivo de sus burlas.
Hasta aquí el argumento podría parecer el típico de cualquier película sobre bullying, sin embargo la trama da un giro cuando Shoya, años después, busca redimirse de sus errores y recibir el perdón por el daño causado, pero aprenderá que no es tan fácil como lo imaginaba. El verdugo se vuelve hasta cierto punto víctima también.
Algunos consideran a Naoko Yamada (Japón, 1984) como la sucesora de Hayao Miyazaki y puede que no estén equivocados. Quizás las razones para comparar a la directora con uno de los grandes nombres del anime son que la técnica de animación usada es casi tan buena como la de Studio Ghibli y la narrativa de la historia muestra lo complejo, y difícil, que es ser adolescente. También hay una serie de personajes entrañables que serán clave en el desarrollo de la historia. A todo lo anterior se suma que la película se ha llevado el Premio a la Mejor Película de Animación del 2017 en los Premios Anuales de la Crítica Cinematográfica de Japón.
Aunque ‘A silent voice’ puede parecer en principio un drama dirigido a un público adolescente los temas que aborda tocarán la fibra sensible de cualquiera que la vea. Nos permite reflexionar que incluso detrás de aquellas personas que percibimos como conflictivas o problemáticas hay una serie de vivencias que los hace más humanos y menos villanos.