La bella y necesaria crudeza de la realidad; aquella de la cual disponemos y no sabemos valorar. Daniel Clowes, el mago de la cocina más ordinaria, nos vuelve a presentar nuevo plato; una de las personas que mejor sabe batir dos tristes huevos, para echar a una sartén negra y vacía y girar con estilo y sutileza una tortilla corriente y vulgar, denominada «francesa». Esa es la parte bonita de su elaboración, esa son las historias del creador, del dibujante de cómics, escritor y guionista de la película Wilson, dirigida por Craig Johnson.
Otra historia corriente; otra historia incómoda que nos hace reír y pensar «qué suerte tengo y qué bien me siento. Pringados». En recuerdo a Ghost World, otra perlita del mismo Clowes, también regalada al cine, nos volvemos a encontrar con un personaje de apariencia simple, pero con una cabeza parlante y tormentosa, similar a un faro, que solo guía al fracaso, la soledad y la virtud de amar sin limite a una mascota, su querido perro.
Woody Harrelson, el encargado de encarnar el personaje de Wilson, nos demuestra lo costoso y delirante que es interpretar a un personaje con un destino muy castigado. Nuestro protagonista tiene esperanza, aunque su imagen demuestre lo contrario; eso es lo que nos hace reír y seguir pensando… «Qué suerte tengo… ¿Existen pringados así?». Situaciones incómodas, difíciles de asimilar, tabús, gente fea, realidades que molestan, no lógicas, no comprensibles, no éticas… Pero dulces y con ganas de dejar tranquilo a nuestro Wilson.
Aunque la historia y los personajes muestren su parte más lunática, el look, las localizaciones y el ambiente de la película son comunes, bonitos y coloridos. Se muestra así el contraste entre un Wilson que no encaja en una sociedad floreada, llena de gente que habla a perros y bebés, con un tono agudo muy estúpido.
Al final de la película deseamos la calma, después de conocer lo peor de cada personaje. Es como encontrar una pareja, enamorarte de nuevo, alguien que conoce lo peor de ti y aún te sigue queriendo. Eso nos hace sentir Clowes, eso es lo que nos hace pensar… «Qué suerte tengo, hay gente como yo».