“Una verdad muy incómoda: Ahora o nunca” (2017) es un documental dirigido por Bonni Cohen y Jon Shenk en el que se argumenta, divulga e ilustra claramente, crudamente de la mano con Al Gore, cómo nuestro mundo se está calentado e inundando y cómo los juegos políticos no benefician en nada a esta problemática. Lo más valioso de esta película es que en sus dosis críticas no sólo culpabiliza a los que tienen poder, sino que busca hacernos conscientes, uno a uno, de que el cambio está en manos de todos.
Parece ser que el cine es un medio que tiene la capacidad de relacionar a un individuo con el mundo. Esta actividad social que consiste en entrar en una sala de cine, pronto se vuelve íntima al apagarse las luces y dejar a nuestras retinas frente a frente con la película. De una forma más pragmática lo dice el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore: “El cine es un medio capital para transmitir un mensaje poderoso que el mundo debe escuchar”.
Esta breve introducción contiene de por sí un problema arraigado en nuestra actitud como seres humanos: el hecho de tener que ir a un sitio tan concreto para poder conectarnos con lo que sucede en el mundo; que se nos tenga que poner el problema en toda la cara para que nos demos cuenta de su gravedad.
El tema del hombre y la tecnología siempre ha estado mal llevado. Se dice que el desarrollo tecnológico ha alcanzado magnitudes macroscópicas en comparación con el crecimiento de la educación y la integridad moral. Pero el problema es aún más elemental, y consiste en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos como seres encriptados en un cuerpo, egos almacenados en bolsas de piel, pensar que hemos venido al mundo en lugar de darnos cuenta que hemos nacido del mundo, así como una planta nace de la tierra. Alan Watts pudo verbalizar mejor que yo estos pensamientos cuando escribió que “la actitud hostil de conquistar la naturaleza ignora la básica interdependencia de todas las cosas y eventos – que el mundo más allá de la piel es de hecho una extensión de nuestros propios cuerpos- y terminará en la destrucción de todo el ambiente desde el cual emergemos y del cual depende toda nuestra vida.”
El tema del hombre y la tecnología siempre ha estado mal llevado. Se dice que el desarrollo tecnológico ha alcanzado magnitudes macroscópicas en comparación con el crecimiento de la educación y la integridad moral. Pero el problema es aún más elemental, y consiste en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos como seres encriptados en un cuerpo, egos almacenados en bolsas de piel, pensar que hemos venido al mundo en lugar de darnos cuenta que hemos nacido del mundo, así como una planta nace de la tierra. Alan Watts pudo verbalizar mejor que yo estos pensamientos cuando escribió que “la actitud hostil de conquistar la naturaleza ignora la básica interdependencia de todas las cosas y eventos – que el mundo más allá de la piel es de hecho una extensión de nuestros propios cuerpos- y terminará en la destrucción de todo el ambiente desde el cual emergemos y del cual depende toda nuestra vida.”
Esta ceguera y oscuridad de consciencia sólo nos ha conducido al entierro del sentido común, a más fricciones egocéntricas, a subir a los gobernantes a sus posiciones de poder. Una opinión contra otra, como si no fuéramos parte de la misma cosa; enfrentamientos entre banderas, colores de piel, espectros políticos… para acabar en que el propagandista más agresivo e insensible sea el que termine decidiendo. “Una confusión de opiniones contradictorias unidas por la fuerza de la propaganda es la peor fuente posible de control para una poderosa tecnología.” (Alan Watts).
Después de ver esta película tan necesaria, consideraría errado y reduccionista afirmar a Al Gore como protagonista y a Donald Trump como antagonista de esta historia real en la que todos somos partes inseparables. El primero es un narrador, un mensajero estructurador y divulgador de la lucha. El segundo es un reflejo de la enfermedad colectiva.
Lo que sí creo correcto es resaltar la importancia de la existencia de esta película al día de hoy, y que si es necesario que se nos coloquen las verdades en la frente sobre una pantalla de veinte metros, que se haga, y mientras más pronto, mejor. Aunque resulta insólito que los síntomas furiosos que la naturaleza muestra diariamente no se sientan más evidentes que una pieza audiovisual.