UNA HISTORIA DE VENGANZA- por Dita Delapluma

En cierta ocasión, después de traicionarla, meterla en un cohete a fin de acabar con ella, mentirle, maltratarla, pegarla y de muy diversas maneras intentar asesinarla, al verse cogido y a punto de morir a manos de Harley Quinn, el Joker le preguntó si servía de algo el decirle lo mucho que lo sentía. A Harley le sirvió. Y a Roman Melnyck, encarnado por Arnold Schwarzenegger en la cinta que nos ocupa, también le serviría. De hecho, que alguien le pida perdón es lo único que desea.

Roman es un honesto trabajador de la construcción que, en vísperas de Navidad, espera que su esposa y su hija embarazada lleguen en avión. Cuando va a recogerlas, se encuentra que el avión llega con retraso y al preguntar, le dan la peor noticia posible: el avión se ha estrellado a mucha altitud con otro vuelo. No quedan supervivientes. Por su parte, Jake, es el controlador del aeropuerto responsable de los vuelos, quien de la noche a la mañana se encuentra con su vida rota al verse envuelto en una cadena de errores que costó miles de vidas.

A pesar de que ninguno de ellos conoce al otro, podemos ver alternativamente la destrucción de las vidas de ambos. Roman se siente perdido y no logra superar su dolor. En su tristeza, sólo desea que alguien le mire a los ojos, que mire la foto de su familia perdida y le digan que lo sienten, pero nadie parece hacerse responsable y todo lo cifran en dinero e interés.

A través de la cinta, podemos ver a en un papel dramático, atípico para él. Su personaje es un hombre roto, embriagado por una tristeza a la que no sabe enfrentarse, y que parece luchar por mantener la calma, pero a medida que transcurre la proyección podemos ver cómo su paciencia merma más y más. Jake, por su lado, tiene que lidiar con la depresión de sentirse responsable, culpable, de la muerte y ruptura de muchas familias. También a su vez se hunde en una depresión, es abandonado por los suyos y pierde toda su autoestima. Así, cuando logre recuperar un ápice de su vida anterior, no tolerará que nadie intente hacerle volver a la culpabilidad que a duras penas está abandonando y reaccionará de forma violenta cuando ello suceda.

El duelo, la pérdida, el dolor… son procesos muy personales y duros. No hay una respuesta que sirva para todos, ni una receta mágica que alivie el dolor o ayude a pasarlo. Las drogas no lo alivian, los entretenimientos no lo palían, y cada persona ha de ser quien encuentre su propio camino a través de la pena para volver a la serenidad. En la cinta vemos eso de forma muy acertada, y la actuación de Arnold es en ese sentido poco menos que soberbia. Siguiéndole, vemos a un hombre que lo ha perdido todo en un segundo, y a quien nadie parece entender. Le vemos decir a los demás que está bien, y sabemos que ni remotamente lo está. En un caso de pérdida tan doloroso, son muchos los sentimientos que se combinan en la espiral autodestructiva, y en la cinta los vemos todos; desde la mera tristeza, hasta la impotencia y la rabia, pasando por la ansiedad, y la culpabilidad de habernos quedado aquí mientras ellos ya no están.

Asimismo, la cinta también nos muestra el egoísmo de los medios y el prejuicio en este tipo de casos. Mientras los cadáveres aún no están fríos, ya hay gente persiguiendo redactar los hechos en un libro, ya hay periodistas a millones persiguiendo a todo el mundo y dando nombres, sin importar las consecuencias que ello pueda tener. Y ya hay personas apresurándose a sacar las antorchas y a crucificar al primer sospechoso, sin molestarse en indagar más, porque juzgar es más rápido y barato que pensar, y no digamos ya que ponerse en el lugar del otro.

Una historia de venganza está inspirada en hechos reales; en junio de 2002, en Uberlinguen, en la frontera entre Alemania y Suiza, se produjo el choque entre un avión comercial en el que viajaban casi setenta estudiantes y un vuelo privado en el que volaban dos personas, debido a la sobrecarga de trabajo del controlador aéreo y a la falta de atención a las instrucciones dictadas por el mismo, de uno de los pilotos. El familiar de tres de las víctimas mortales, sumido en una grave depresión, y convencido de que la compañía aérea se burlaba de su dolor, decidió tomarse la justicia por su mano.

En resumen, Una historia de venganza es una cinta dura, cruda, realista y dramática, pero cuyo tratamiento y actuaciones la hacen distinguirse de un telefilm de media tarde. Nos muestra la depresión y la tristeza, nos deja verlas, pero estas son parte imprescindible de la trama, no una obscenidad sensacionalista para aumentar el morbo, al punto que sin esas demostraciones de dolor, la conclusión no tendría sentido. Merece la pena verla para disfrutar de un Schwarzenegger muy distinto a lo visto hasta ahora.

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