Tras el reconocimiento conseguido hace unos años con Leviatán (2014), Andrey Zvyagintsev está de vuelta con Sin Amor, que le ha valido el Premio del Jurado en el Festival de Cannesy es una de las cinco seleccionadas para competir al Oscar en la categoría de Mejor película de habla no inglesa.
En ella relata de manera cruda las tensiones que atraviesa un pareja durante su divorcio, situación que se complica cuando su hijo de 12 años desaparece y se ven forzados a convivir durante la búsqueda.
La pareja está interpretada por Maryana Spivak y Aleksey Rozin, este último que vuelve a colaborar con Zvygintsev tras aparecer en Leviatán. Los dos actores se encuentran sublimes, logrando retratar ambas caras de la sociedad rusa, logrando pasar del estoicismo al odio visceral, transitando la fragilidad mas desgarradora.
Si la interpretación es emocional la fotografía por el contrario mantiene la distancia. Fría y distante como los paisajes que abren el filme. Con movimientos sutiles y estilizados que ayudan a mantener la tensión. Pecando en ocasiones de preciosismo, si bien acompaña en varias imágenes potentes, se recrea demasiado en las escenas de sexo, resaltando los bellos cuerpos femeninos y manteniéndose en ellos demasiado, rompiendo la intimidad por ese exceso de estética.
Zvygintsev vuelve a pecar de excesos. al retratar el carácter impersonal de la sociedad actual. Decide hacerlo mediante el uso de los móviles y las adicciones a las redes sociales. En un principio acertando a usar los dispositivos como fuentes de luz, de manera magistral, sumando a su exquisita iluminación. Consiguiendo una de esas raras ocasiones donde los móviles forman parte del lenguaje cinematográfico. Pero pronto comienza a abusar de esta crítica, consiguiendo desviarse del tema principal, antes de olvidarse de la cuestión por completo.
Una obra visual potente que se narra de manera acertada, dejándose guiar por la causalidad, lo que funciona cuando la película transita su vertiente thriller. Sin embargo no se le podría clasificar como un film de género ya que se mueve por varios. También peculiar para los espectadores occidentales resultará el ritmo pausado que posee, haciendo que se sienta mucho más larga que sus dos horas de metraje, utilizando los tres primeros cuartos de hora para la presentación.
Sin Amor, es una película atrevida y que dará mucho que hablar para los valientes que se atrevan a verla. Una joya visual que logra lo más difícil, hacer que los conceptos opuestos funcionen juntos, y que de no ser por unos pequeños tropiezos seria un filme redondo del todo.