PERDIDO – por Carlos Rubio

Si secuestraran a tu hijo, ¿qué serías capaz de hacer por salvarlo? Seguramente lo imposible. Esta es la tesitura en la que se encuentra el protagonista de este film, Julien, interpretado por Guillaume Canet, que repite, una vez más, junto a Christian Carion: cómo para no, habiendo conseguido juntos una nominación al Oscar, en 2006, en la categoría de Mejor Película Extranjera con Feliz Navidad.

Si bien esta película llega en un momento de especial morbo para nuestro país, después de los sucesos de las últimas semanas, la película no se sale de los cánones que han marcado otras películas con más presupuesto y, por lo tanto, algo más conocidas, como Venganza (2008) o Prisioneros(2013): ambas levantan pasiones. Perdidono se queda atrás y mantiene durante todo el metraje ese tono misterioso que tanto gusta y que deja pegado al espectador a su butaca; mejor aún, no se excede en la duración del propio film y se queda en apenas una hora y veinte minutos, una especie de récord en esta década repleta de thrillers de más de dos horas.
La trama es sencilla, como comentaba antes: un niño es secuestrado y su padre decide hacer lo imposible por encontrarlo, en gran parte porque se siente culpable, ya que había abandonado a la familia hacía unos años. El guion no se complica y muestra la etapa de estrés psicológico para asentar bien la base de la siguiente etapa: la de la investigación tortuosa. Es ese sentimiento de culpabilidad el que ayuda al personaje a lanzarse a la aventura, ya que intenta remediar en el menor tiempo posible varios años de separación.

A lo “Indiana Jones”, el protagonista, un geólogo, demuestra, precisamente, ser uno de esos súper científicos de campo que bien podría salvar al presidente de EEUU si fuera necesario. No tan exagerado, pero sí que merece la pena mencionarlo, porque muchas veces se confiere excesivo poder a un personaje solo porque la desesperación lo hace inmune al raciocinio, ignorando con ello a la policía, interponiéndose en su investigación y yendo por su cuenta.
La actuación de Guillaume Canet es sublime, y seguramente sea él quien ayude a sostener ese tono sombrío característico del filme. Merece la pena resaltar esto, porque la película ha sido una especie de experimento en cuestiones de rodaje y planificación: se rodó en apenas 6 días y con Canet improvisando sobre la marcha, pues le lanzaban las situaciones sin saber él de antemano cómo iban a acabar (Christian Carion arguyó que quería que tanto el actor como el personaje estuvieran parejos a la hora de descubrir las pistas).


En líneas generales es una buena película que se disfruta, a pesar de sus fallos en guion; algo habitual por otra parte en esta clase de películas, donde prima la acción y no la explicación a los sucesos. La fotografía es sencilla y directa, mostrando siempre escenarios oscuros que erizarían la piel a más de uno que se atreviese a acampar allí. Destacar por último la banda sonora, a cargo de Laurent Pérez del Mar, que ya consiguió enamorarnos con su gran trabajo en la película silente de dibujos animados La tortuga roja (2016).



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