Pero, ¿de qué va Los odiosos ocho? Pues básicamente de eso, de ocho tipejos (hay alguno más) que se encierran en una hacienda para protegerse de una tormenta de nieve, antes de entregar a una peligrosa y mal encarada forajida (brillante Jennifer Jason Leigh, como el resto del cast) a la Justicia de un condado vecino. El esquema dramático es similar al de la fundacional Reservoir Dogs, aunque también toma elementos de títulos tan dispares como Cayo largo, Sin perdón o de los Diez negritos de Agatha Christie. Y se fagocita a sí mismo Tarantino en soluciones encontradas para Pulp Fiction, Malditos bastardos o en la misma Django desencadenado. La película está ambientada en Wyoming, pocos años después de la Guerra de Secesión, lo cual es muy bien aprovechado por Tarantino para tensar la sub trama interracial en torno al personaje de Samuel L. Jackson. Si políticamente incorrecto resulta el cineasta a la hora de tratar la segregación racial de aquellos tiempos, no lo es menos a la hora de plasmar la violencia que se ejerce sobre las mujeres: las recibe de todos los colores Daisy Domergue, aunque el destino no es menos aciago para el resto de féminas que aparecen por esta “cabaña en el bosque”. De todas maneras, a estas alturas, no creo que haya nadie que acuse a este genio del reciclaje cinéfilo y pulp de sexismo, al menos no tan solo.
LOS ODIOSOS OCHO- por Sergio F. Pinilla
(Artículo publicado originalmente en Cine para Leer)
Incontestable apertura la del octavo largometraje de Quentin Tarantino, con ese austero plano sobre la talla del Cristo, encubierto de nieve, y la partitura de la “Última diligencia a Red Rock” de Ennio Morricone in crescendo, pletórica con el viento pesado, la cuerda ligera y la percusión que anticipa el inexorable devenir del temporal. Un letrero proclama además que la película se ha filmado en Ultra Panavision 70mm, un formato en desuso que el cineasta ha resucitado porque quería que los actores y sus espectadores disfrutaran de un encierro épico, panorámico. La pena es que en España solo hay una sala preparada para proyectar este celuloide, y está en Barcelona, por lo que el común de los mortales nos tendremos que conformar con la copia en 35mm o el DCP, lo cual, puedo decir, tampoco está nada mal para apreciar la intención perseguida, tanto en interiores como en los espectaculares exteriores rodados en Colorado.
Tarantino filma su segundo western, tras la barroca e irregular Django desencadenado, y lo hace con una soltura y precisión admirables, asistido por el mítico DoP Robert Richardson, y por la mencionada música de Morricone (es la primera vez que el director de Tennessee trabaja con una partitura original, creada ex profeso para la película). Ambos colaboradores, Richardson y Morricone, son a mi entender determinantes a la hora de conseguir el tono de la película, ya que se adaptan al estilo de Tarantino a la hora de coreografiar el ritmo y los movimientos de los personajes, pero sin renunciar a dotar de personalidad genérica al filme. Richardson no solo se luce a la hora de seguir las indicaciones y los diálogos del director y guionista, sino que juega efectivamente con el trasfoco cuando se trata de sugerir uno u otro punto de vista, un sospechoso u otro de entre todos los que se encierran y se liquidan en la mercería de Minnie. De Morricone ya está dicho todo, pero cabe añadir que logra imprimir el sello Tarantino a un género que domina sobradamente desde las películas de Sergio Leone, demostrando además versatilidad a la hora de aprovechar determinados descartes de la música que compuso para La cosa.
Respecto a las consabidas fortalezas del cineasta yanqui, decir que los mejores diálogos se les llevan Kurt Russell, Samuel L. Jackson y Jennifer Jason (esta en la parte final, sobretodo), pero también tienen momentos de gloria Michael Madsen, Bruce Dern, Walton Goggins y Tim Roth. Y quizás la violencia no sea tan descarnada como en anteriores ocasiones, pero el nihilismo que se desprende de cada uno de los personajes y de la película en su conjunto es aún mayor, si bien uno no sabe si esto es consecuencia del aderezo (la fotografía, la música, el diseño de producción), o del propio discurso de su realizador. Deja poso Los odiosos ocho y nos queda con ganas de saber cómo será la “novena”.
Con estudios en Derecho y Filosofía, Sergio Fernández Pinilla (Valladolid, 1975) es diplomado en Guión de Cine y TV, y ejerce el periodismo cinematográfico desde el año 2003. Ha publicado sus artículos, entrevistas y críticas de cine en cabeceras como Reseña de Literatura, Artes y Espectáculos, Letras de Cine, Kane3 Audiovisual, o Cahiers du Cinema España. Actualmente es colaborador habitual de las revistas Cinemanía, Cameraman, Ventana Europea, y forma parte del equipo de colaboradores que semestralmente publica el volumen de estrenos Cine para Leer, de la Editorial Mensajero. Para esta misma editorial ha colaborado en la Historia del Cine en películas, y también en el tomo Siglo XXI, Directores y Direcciones, de Editorial Cátedra.
Imparte además clases de crítica cinematográfica en la Escuela Universitaria de Artes y Espectáculos TAI, y de Introducción al Cine y a la Estética Cinematográfica en la Universidad de Mayores de la Pontificia Comillas.