IDOL- por Pedro Joaquín del Rey

GAZATÍ ENORGULLECIMIENTO POR UN CONTENDIENTE CANORO

 

«In memoriam Mercedes Juliá Insenser y Juan Carlos González Cruz, tan amigos míos y tan bandiopuestos ellos en el asunto de Palestina e Israel».

 

Los celuloides del transterrado Hany Abu-Assad se han adentrado, con frecuente empeño y desde las posturas que con arraigada convicción ha enarbolado (con semejante afán fílmico al de sus compatriotas Khleifi o Suleiman, nazarenos como él -la crística ciudad de Nazaret, en la histórica y bíblica región de Galilea, pertenece en la actualidad al pleno Estado Hebreo de las fronteras hasta 1967, no a la denominada Ribera Occidental o West Bank de los asentamientos-), en la eternizada e inapagable lid política y armada que se ha enquistado en esa zona geográfica con núcleo en Jerusalén (una cuna de la civilización con sacrosanto carácter para las tres macroconfesiones monoteístas del Libro), en la cual, en el seno de una familia no judía, vino al mundo en 1961, y aunque posee pasaporte del Medinat Yisra’el y del Reino Neerlandés -cursó estudios de cine en los Países Bajos-, y no obstante su losangelino afincamiento, siempre se ha considerado palestino.

En Omar (2013) narraba la trayectoria de un chico a quien se le empezaban a complicar las cosas una enormidad (encarcelamiento incluido) a raíz de un escarceo con unos soldados del Tsahal: contemplábamos la trayectoria de un muchacho que se revelaba marcado por una profunda inclinación amorosa, llena de inocencia, hacia la hermana de uno de sus coleguillas de mozuelas correrías, abulias, privaciones, estrecheces e intifadismo, con quienes empataba en vital irrealización, incierto horizonte afectivo y poco prometedor futuro (justo nos interpela un autor en el que el motor amoroso y una no fácil articulación del encuentro hombre-mujer definen en importante medida al ser masculino y al borde de la violencia que se constituye en sujeto principal de varias tramas recogidas por su cámara).

En 2005 estrenó Paradise Now -significativos y palmarios vocablos elegidos para encabezar una harto aguzadora y en absoluto desbocada ficción en torno a unos yihadistas kamikazes a escasas horas de alcanzar la excelsa gloria celestial que se les reserva a los inmolados-, donde se encargó de desgranar, a través de un par de jóvenes con chalecos explosivos en vías de matar y reventarse en un concurrido emplazamiento urbano, las tesituras de sus mentes y corazones y las andanzas de sus pies antes de la comisión de un atentado de los que siembran caótica angustia y cuantiosos cadáveres y mutilaciones. 
En tal largometraje quedaba retratado sin complacencia y con escalofriante puntería descriptiva un siniestro y untuoso individuo de magisterial prevalencia moral sobre los que iban a ejecutar la degollina, blandidor en apariencia de reconcentrada devoción musulmana, que, fiel ejecutor de una misión alienadora y de cobertura psicológica encomendada por los protervos y obstinados jefes y suprajefes de la fanática y maquinadora célula en la que se encuadraba (instalados en la abyección e inmisericordes decisores de golpes sangrientos con indiscriminadas y despreciadas muertes ajenas), durante los interminables momentos de permanencia en capilla de ambos premártires, les daba consuelo, les ayudaba a rezar y les dedicaba palabras con las que aplacar los nervios, la ansiedad y el desespero de la torva espera, y ello con el evidente propósito de procurarles espirituales y físicos aplomo e impasibilidad de cara a una perfecta perpretación de la masacre.
Por añadidura, Paradise Now, mostrando una serie de secuencias previas a las escenas de la videograbación reivindicativa y de la colocación de los artefactos destinados a llevarse por delante a abundante gente en un concreto lugar de Tel Aviv, dibujaba los elementos temperamentales de la pareja de cisjordanos encaminados a un óbito en verdad nihilista y anti-todo, confluyendo en el en principio suicida dúo contrapuestas idiosincrasias: uno albergaba honda agitación religiosa (aunque al final no resultara el auténtico piadoso y compasivo) y al otro tal fervor no le concitaba ni inquietudes ni dilemas de mayúsculo grado; a uno le asaltaban las dudas y otro casi no caía en la vacilación. Adicionalmente, observábamos las evoluciones y las ganas de compensar a la causa por quien de ellos se hundía hasta la culpabilizante deshonra debido a unos vicarios baldón y vergüenza, los de la oprobiosa mancha y estigma de su padre, tachado de traidor y colaborador con el enemigo…
No se puede decir que en Ya Tayr El Tayer -título original transliterado, el internacional es The Idol, en España Idol sin más, y Arab Idol se llama la archiseguida y famosa telecompetición musical de la película, que cuenta en diversas partes del planeta con versiones adaptadas al idioma, tipo de aspirantes y restantes especificidades de cada sitio-, el director abandone el activismo reflexivo y las incisiones en determinadas densidades del alma, puesto que el primero y las segundas bastante queridas le son, pero modula las referidas preocupaciones hacia la vertiente más tierna y melodramática de la cuestión, sin resultar empalagoso.
No se transita aquí el detalle y la explicación de los aspectos y circunstancias militares o guerrilleras del conflicto (comportamientos terroristas y asesinos o legítimos y de resistencia y contención, según el lado desde el que cada quisque las juzgue), en razón de que el pacífico protagonista blande su petate cargado solo con su superdotada voz. La biografía del cantor Mohammed Assaf -oriundo de la Franja en la que creció, grandemente controlada por el movimiento integrista de los barbudos de Ismail Haniyah- gira a Abu-Assad (que, a pesar de la inflexión, se mantiene fiel a algunas constantes que lo singularizan en la temática: las mencionadas dificultades en la diferencia y acercamiento intergenérico, verbigracia) hacia el identitarismo de afianzamiento más sentimental y de suavidad social: se aminoran los pellizcos de discursividad o aspereza en la concienciación, aunque él nunca ha ejercido de puro o mero panfletista o propagandista. Señalemos,

por ejemplo, que salen edificios y calles destruidos, pero no se proporciona desarrollo, ni siquiera de fondo, a las operaciones Plomo Fundido, Margen Protector y Pilar Defensivo lanzadas contra los milicianos de Hamás.

Idol reluce con comercialidad de multisala -precisamente, las multisalas de Egipto y Oriente Próximo seguro que reciben esta obra con nada desdeñable taquillaje-, y ofrece a los públicos árabes no únicamente palestinos un relato audiovisual basado en hechos verídicos incardinados en la memoria popular compartida, la del esforzado gazatí que, después de innumerables sinsabores, imposibilidades y el fallecimiento por enfermedad renal de una hermanita con la que en la infancia se inició con su artístico don y vocación, se alzó con el triunfo en la temporada de 2013 del programa que lo lanzó a la condición de estrella de la canción (a las pruebas de selección llegó escapándose por Rafah a El Cairo), victoria que por oposición a Israel, curiosamente al margen de ese hertziano campeonato, elevó de modo supino la autoestima colectiva de su comunidad natal y la de amplias capas de la global arabidad, que revivirá en el último tercio del minutaje recientes acontecimientos de los que a las espectadoras masas televisivas les provoca intenso subidón emocional.

Biografía del autor

Pedro Joaquín del Rey (Castro del Río, Córdoba, 1965). Licenciado en periodismo, gestor de la Confederación de Cine-Clubes (hasta 1987), director del festival y sesiones Sombras Recobradas de recuperación de películas (a partir de 1999), docente en los cursos de la entidad AAFE de lenguaje fílmico, redactor desde 1985 sobre materias videocinematográficas (medios: Cine Nuevo, Onda Latina, Onda Verde, El Eco, Diario Córdoba, Cultuprés, Redauvi y la revista Trama y Fondo) y ayudante (TVE, Sovitrami) y jefe de producción (Alima PC y Pantallona PC) en empresas audiovisuales.


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