GRINGO. SE BUSCA VIVO O MUERTO – por Alessandro Soler

Se contarán con los dedos de una mano los ex dobles de películas de acción convertidos en directores de películas de… comedia. Uno de ellos es el australiano Nash Edgerton, en su momento un stunt en Matrix o Star Wars II y III, de los cuales pasó a la puesta en escena de videoclips y cortometrajes de ficción antes de lanzarse al terreno incierto de la dirección de largometrajes. Va por el segundo con Gringo, se busca vivo o muerto, y su pasado en el dinámico mundo de la ciencia ficción y los musicales pop se hace notar. La primera cinta que firma en Hollywood es un entramado (y, aquí, la palabra cobra un sentido muy literal) de situaciones desencadenadas de forma tan rápida y surrealista que, al principio, puede parecer invitar a una apreciación activa, reflexiva, de la parte del espectador. A la postre, la sensación que deja es otra.
La trama principal gira alrededor de Harold Soyinka (interpretado por el actor británico David Oyelowo), empleado en un laboratorio farmacéuticomediano de Estados Unidos que desarrolla en México un analgésico revolucionario basado en el cannabis. La expectativa de éxito convierte a la empresa en objeto de una probable adquisición multimillonaria por un laboratorio más grande, lo cual, irónicamente, puede dejar a Harold en paro. Durante una visita a la planta mexicana con su jefe y amigo, Richard (Joel Edgerton, hermano del director de la película), y la socia de este, Elaine (Charlize Theron), una secuencia de hechos provocan que Harold por fin caiga en la cuenta de que, obnubilado por sus responsabilidades profesionales y matrimoniales, no pudo ver que toda su vida era una mentira.
Nuestro prota, un libelo vivo contra el capitalismo salvaje del mundo corporativo, se encuentra, entonces, en el centro de un vodevil rebosado de asesinatos, dedos cortados, persecuciones, momentos tiernos de amistad o seducción y… nuevos asesinatos, nuevas persecuciones, más sangre, más escapes, en un bucle en el que caben destacarse las buenas actuaciones del propio David Oyelowo, de Charlize Theron y de Carlos Corona (el narcotraficante Pantera Negra). Técnicamente, luz, dirección o música no llaman particular atención, recayendo sobre el intrincado guión el protagonismo indiscutible del filme.

La idea original es de Matthew Stone, responsable de los scriptsde comedias sin pretensiones como Condenados a fugarse, con Eddie Murphy, y Crueldad intolerable, aventura en solitario y de modesto éxito de Joel Coen, con George Clooney y Catherine Zeta-Jones. Para llevarla a cabo, tuvo la ayuda de Anthony Tambakis, creador de guiones para películas de lucha, como Warrior, o para el empoderadowestern femenino Jane Got a Gun, con Natalie Portman.
Es evidente el intento de ambos autores de mezclar lo mejor de sus mundos. La exaltación de los outsiders, la risa fácil a través de innumerables situaciones absurdas, el paseo por el mundo oscuro del crimen: está todo aquí, metido y empaquetado tan vertiginosamente, que, si hace reír, la historia también deja cabos sueltos y nos conduce a un final algo soso, anticlimático y, desde luego, fácilmente olvidable.

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