EL TERCER ASESINATO- por Ricardo Garijo Lima

LA CURIOSIDAD DEJÓ EN LIBERTAD AL CANARIO…

Hirokazu Koreeda deja de lado los dramas familiares para adentrarse por primera vez en el thriller; El tercer asesinato es una película de corte procedural que tras su paso por Venecia y San Sebastián llega a cines.

A pesar de cambiar de género, Koreeda se mantiene firme a construir la historia desde los personajes. Shigemori es un conocido abogado que prepara el caso de Misumi, un acusado que reconoce haber asesinado a su antiguo jefe. Este homicidio, el tercero que comete en su vida, bastará para condenarle a muerte en caso de sumarse el agravante de ser un homicidio premeditado. Cuando Shigemori comienza a investigar la forma de evitar la pena máxima, comienza a dudar de la culpabilidad de Misumi.
Koji Yakusho interpreta a Misumi, un individuo lleno de contradicciones, lo que supone a Yakusho convertirse en un personaje que es definido como una vasija vacía, concepto que adquiere su significado al final de la película gracias a la magistral interpretación de éste. En contra, Masaharu Fukuyama da vida al abogado Shigemori, a quien acompañamos en su búsqueda por la verdad y que se ve obligado a transitar en la indecisión debido a los constantes cambios en las distintas versiones que relata Misumi. Por su parte Fukuyama logra estar a la altura con su interpretación, dando equilibrio a la película. Algo similar a la labor de Jodie Foster y Anthony Hopkins en El silencio de los corderos (1991), con la diferencia de que Misumi no parece tener la mínima idea de lo que está ocurriendo, opuesta a la fría y calculadora apariencia de Lecter.

Esta decisión se encuentra arraigada en uno de los puntos centrales del film: la ambivalencia. Razón por la que el suspense es palpable en todo momento, ya que desde muy temprano Koreeda nos invita a reflexionar sobre lo que es la verdad y su significado. Algo que es escenificado a la perfección cuando la hija de Shigemori muestra lo fácil que es manipular a una persona con una sola lágrima.
El director nipón consigue sumarse a grandes autores que han tratado el género, intentando dotarlo de mayor profundidad que la de una trama que consiste en resolver un rompecabezas. A través del film se plantean dudas existencialistas de gran calibre, posicionándose con distintas realidades a partir del punto de vista de cada personaje. Si esto pareciera poco, Koreeda se mantiene firme a sus raíces asiáticas dejando espacio suficiente para que los elementos poéticos habiten en la historia.

Acompañado de una hermosa fotografía y una cuidada realización, la película se posiciona como una de las mejores de los tiempos recientes. El único posible obstáculo sigue siendo el ritmo pausado del cine asiático, que en ocasiones logra exasperar a los espectadores de occidente.

Un film que no solo hace al espectador recorrer varios sentimientos, sin nunca abandonar del todo la intriga, pero que también, mucho después de haber finalizado el metraje, continua planteando más preguntas. Y es que el ser humano podrá estar insensibilizado, cómodo en la letargia de la monotonía, pero el impulso primigenio de querer conocer la verdad siempre latirá dentro de él. Es por eso que la curiosidad mató al gato…

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