COLOSSAL- por Dita Delapluma

Quien quiera una prueba más de que para hacer buen cine, hay que irse de España, aquí la tiene. Con todos mis respetos para el cine patrio, pero para Nacho Vigalondo, que nos trae la película a la que me refiero, rodarla en nuestro país, hubiera sido impensable. Y no sólo porque se trata de una cinta que precisa efectos especiales, sino también por tener un argumento fantástico y donde la violencia no se detiene porque tu oponente use perfume y lápiz de labios.

La historia nos hace ir a Seúl, donde una niña de corta edad ha extraviado su muñeca pero, cuando da con ella, se encuentra con algo muchísimo mayor: un monstruo de dimensiones godzillianas. 25 años más tarde, y en Nueva York, conocemos a Gloria (Anne Hathaway). Nuestra protagonista no está pasando por su mejor momento: sueña con ser escritora, pero de momento sólo escribe para una revista web; lleva un año sin trabajo viviendo a expensas de su novio, y su vida parece reducirse a beber hasta la inconsciencia todas las noches del año. Al fin su pareja decide que no puede aguantar más viviendo con una persona así, y la echa de casa. Sin recursos propios, decide volver a su pueblo natal, donde sus padres tienen vacía la vieja casa. Allí se reencontrará con un amigo de la infancia y, en medio de sus excesos nocturnos, se lamentarán de los sucesos ocurridos en Seúl, donde el monstruo ha aparecido de nuevo.

Visto así, el argumento puede parecer más propio de una comedia dramática con tintes románticos, pero la aparición del monstruo en la lejana Seúl va a hacer que todo sea mucho, muchísimo más especial y excéntrico de lo que se pueda imaginar.

“Si te empeñas, tú mismo puedes ser tan peligroso como cualquiera que se cruce en tu camino”, dijo el Capitán Alatriste. Y tenía razón. Gloria va a tener que enfrentarse a muchas cosas de golpe y porrazo. La primera, admitir que bebe demasiado y vencerse a sí misma, pero esa no será la única ni la peor. Por más que Colosal sea una cinta de monstruos, no deja de ser también una historia de personas, personas que tienen dificultades y cómo se enfrentan a ellas, y para ello, tienen que cambiar. Un personaje que no crece ni cambia, es un personaje muerto. En Colossal, vemos a personas que reconocen sus errores y están dispuestas a mejorar, y a personas incapaces de ello, cuyo tremendo asco por sí mismos y envidia por los demás, les hace odiar y pretender destruir todo cuanto les rodea.

Colossal es una película con muchas lecturas y que puede ser vista desde muchas facetas. Por un lado, nosotros mismos tenemos potencias para ser héroes o villanos, para hacer lo que queramos con nuestra propia historia. Por otro, tenemos una historia de maltrato en la que vemos al acosador en toda su crudeza, como alguien que puede ser encantador cuando quiere, pero sólo para atraerte a su terreno y que no tolera que pretendas escapar a su control. Por otro también vemos la terrible realidad de ese mismo acosador como alguien sin generosidad, pero asimismo sin una pizca de autoestima y consumido por los celos hacia los demás, mostrándonos que, por más que sea detestable, es también digno de lástima.

En sentido estricto, Colossal, es un cuento. Por más que Nacho Vigalondo haya dicho de ella que es “la película de Godzilla más barata de la historia” (…y haya recibido una demanda por plagio de la productora nipona Toho, por utilizar personajes claramente inspirados en la citada), en realidad, la cinta es un cuento. Un cuento con su fantasía, su violencia, su moraleja, su colofón final, y su dosis de terror. Un cuento precioso y con toques cómicos y descorazonadores, que invita al espectador a preguntarse qué haría él en ese caso. Que le invita a soñar, dentro de una historia tan desgraciadamente familiar como es el maltrato, con sucesos imposibles y llenos de fantasía.

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