
Nos encontramos en una reunión de antiguos alumnos de un instituto. La promoción se graduó en los años cincuenta, la edad dorada de Norteamérica, si bien el conductor de la historia (que no protagonista) tiene la amabilidad de ponernos en contexto recordándonos el final de la Segunda Guerra Mundial, de la Depresión, el boom de la economía… Si alguna vez existió un futuro perfecto, ese fue la década de los 50 norteamericana. En la reunión, nuestro conductor se encuentra a un compañero y le pregunta por su famoso hermano mayor al que llamaban el Sueco, el capitán del equipo, el mejor atleta, el que se casó con una reina de la belleza… La respuesta es un mazazo para todos. Ha fallecido. Su vida, cuando terminó los estudios, volvió intacto del ejército y se casó con su novia que había sido Miss del estado, parecía un maravilloso cuento de hadas, y durante un tiempo lo fue. Pero como dijo Michael Ende, “siempre, es sólo un momento”.
Las películas familiares suelen mostrarnos a las familias siendo felices y enfrentándose a algún apuro del que, con esfuerzo y apoyándose en el amor que se tienen, acaban superando y saliendo del mismo, demostrándonos que el amor todo lo vence y, que si uno lucha por su familia, ganará siempre. Todos sabemos que la vida no es así, que a veces el amor no es suficiente, que no basta con querer mucho a las personas para que todo funcione bien. En esta película, vemos exactamente eso. El Sueco tiene una mujer a la que adora y una hija que ocupa todo su corazón, pero no sabe darse cuenta de los terribles problemas y de la frágil autoestima de esta última. La niña, eclipsada por la belleza y perfección de sus padres y sobre todo de su madre, vive en un estado de temor constante a no dar la talla, a ser imperfecta, a decepcionarles. Su tartamudeo es a la vez un síntoma y una coraza. Es una manera de llamar la atención sin tener que esforzarse, y a la vez el reflejo del terrible miedo que siente.

American Pastoral es una cinta muy bien llevada, con una dirección y unas actuaciones extraordinarias, que nos cuenta una historia por igual hermosa, dura y triste, como lo es la vida de un esposo y padre que se enfrenta a realidades terribles, por las que no debería pasar ningún ser humano, pero que existen. Es una historia que nos habla del crecimiento de nuestros hijos y acerca de cómo la educación y el cariño que les damos, a veces no es suficiente para evitar que un día, se conviertan en alguien que no conocemos. El final “vivieron felices para siempre”, en realidad sólo es “vivieron felices mientras fue posible”.