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Hoy: The Mustang, con Álvaro Lion Depetre

Allá por el 75, yo tuve un Ford Mustang del 65 descapotable a medias con un amigo que muchas gentes del cine recordarán, David Thompson, actor y especialista en serpientes. Las tenía de todas clases, pero la estrella era una pitón -Lorencito- de dos metros. Nos la enseñaba poniéndola encima de la mesa, y a más de un profesional digno lo he visto yo subido a la lámpara. Lorencito nos miraba a todos y juzgaba, y si alguien le gustaba o lo veía digno de amistad hacia allí se dirigía reptando sobre la mesa y acomodándose en su regazo.

Pero The Mustang (2019) es una peli que acabo de ver, quizás con retraso. Interesante. Trata de los reos de una cárcel estadounidense a los que utilizan para domar caballos salvajes americanos o mustangs. Es obra de una mujer y se nota: ¿qué quiero decir? Que hay planos increíbles, fijos, planos de la prisión, situada en medio de un desierto, evidentemente llena de hombres, delincuentes, asesinos… Y no sabes por qué, esos planos conllevan una ternura asombrosa, jamás podría haberlos hecho un John Ford. (Sólo se nota -y Dios la guarde por eso-, y a saber si lo nota todo el mundo). En fin, la recomiendo. Además, salen caballitos. La directora y también guionista tiene un nombre sonoro y aristocrático, Laure de Clermont-Tonnerre, 36 años, bellezón. The Mustang es su primer largometraje.

1.Robert De Niro en su Ford Mustang del 65 en El cabo del miedo
Mustang
3.The Mustang

PASIÓN POR LOS CABALLOS. JUAN MAJÁN, EL GRAN ESPECIALISTA ESPAÑOL.

A mí siempre me gustaron los caballos, incluso en el cine, donde los ves maltratados y mal montados por muchos grandes actores. He tenido relación con los caballos toda mi vida. Los he criado, los he corrido. Los he montado durante treinta años. Ahora, que me he vuelto de cristal, los sueño.

En el cine he trabajado con ellos, tuve el honor de ser amigo de Juan Maján, el gran especialista español que todos los grandes directores se disputaban llevándoselo a cualquier parte del mundo. Con él escribí un corto sobre los especialistas que nunca interesó a nadie.

TRABAJANDO CON GÉRARD OURY

Haciendo Les Folies de Grandeur (Delirios de grandeza, 1971), con Gérard Oury de director y con Yves Montand, Louis de Funès y la gran Alice Sapritch, actriz maravillosa, escritora y cantante, trabajamos mucho con caballos. Oury era un director sorprendente, y durante 30 años ostentó el record de la película más taquillera de Francia, La grande vadrouille (La gran juerga, 1966).  El guión tenía más de 400 páginas y cada plano tenía su dibujo y explicación. Recuerdo en Almería, y en Las Ramblas, donde, por cierto estuvimos ocho días sin poder rodar, por las lluvias, metidos todo el tiempo en los camiones, por si acaso… ¡Lo que tuvo que costar aquello!.

Rodaje de Delirios de grandeza. Gerard Oury con Lion Depetre

LAS VISITAS DE MICHELE MORGAN. AL GALOPE POR LA PLAYA ALMERIENSE

Plano picado: un jinete -de los malos- ve como, abajo, al fondo, se acerca una diligencia con su escolta de caballistas. El villano, en un alarde, levanta el caballo de manos, lo gira sobre los pies y se va al galope. El caballista era Eduardín, uno de los especialistas de Maján, gran jinete y gitano guapo que, si hubiera tenido más facilidad de palabra, se hubiese convertido en un gran galán del cine internacional. El plano se lo montábamos los ayudantes –Roberto Bodegas y yo-, mientras Oury dormitaba con un antifaz sobre los ojos en el coche, en marcha por el aire acondicionado. A plano montado y ensayado, se le avisaba, venía y ¡el puñetero encontraba siempre algún detalle que corregir! Lo peor es que solía tener razón.

Michele Morgan con dedicatoria a Lion Depetre

Gran personaje Oury, su pareja, que visitaba el rodaje a menudo, era la grandísima Michele Morgan, una de las mujeres más bellas e interesantes que he conocido en la vida, y que debía de andar por los 50 años, y que se hacía acompañar por amigos como George Pompidou, cuando ya era presidente de la República Francesa.

Una noche de fiesta, vestido muy de fiesta, mis amigos especialistas me prestaron un precioso caballo con el que galopé kilómetros a lo largo de la playa almeriense, hasta que me paró una pareja de la Guardia Civil. Les tuve que contar la verdad. Y el sargento me dijo, con ese cachondeín del país: “¡Qué suerte tiene usted! Pero, tenga cuidado porque creo que el caballo lleva alguna copa de más”.

Y seguí galopando.

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