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A duro la preferente

Por Dita Delapluma

CON FALDAS Y A LO LOCO

Hace ya casi dos décadas que Billy Wilder nos dejó para siempre, pero sus películas se siguen editando una y otra vez en múltiples formatos y son éxito seguro para las televisiones. De entre toda su filmografía, quizás sea Con faldas y a lo loco la más recurrente, al tratarse de una comedia intemporal llena de hilaridad y de momentos para la posteridad.

Nos encontramos en los terribles Años Treinta, la Gran Depresión; el alcohol ha sido prohibido, pero se bebe más que nunca gracias al tráfico ilegal controlado por los gangsters y perseguido por la policía a lo largo de las calles y en redadas en locales clandestinos. En uno de estos clubs trabajan como músicos Joe y Jerry (Tony Curtis y Jack Lemmon respectivamente). Cuando llegue la redada, se salvarán de milagro de ser arrestados, pero se encontrarán en la calle y sin un céntimo. En un intento de conseguir un poco de dinero, aceptarán tocar en un baile de San Valentín, y se convertirán en involuntarios testigos de la tristemente famosa matanza de aquel día. Para escapar de los malhechores que pretenden acabar con los molestos testigos, se meterán en una orquesta de chicas, disfrazados de mujeres.
Su travestismo, como es de esperar, dará lugar a secuencias , en especial cuando un anciano millonario intente seducir a “Daphne” (Lemmon). Asimismo, nos mostrarán cómo los comportamientos masculinos para con el bello sexo que antes encontraban naturales, ahora les resultan agresivos e insoportables, porque son ellos el objeto. Lemmon y Curtis llevarán a cabo cada cual su romance particular, el primero para no desdeñar a un millonario, y el segundo para intentar seducir a Sugar (Marilyn Monroe), la cantante de la orquesta.

De un modo natural y lleno de comicidad, la película nos muestra la sororidad de un grupo de mujeres músicas, y cómo nos confiamos alegremente entre nosotras nuestros gustos en materia de hombres o nuestros secretos, la importancia que damos a la amistad y nuestra necesidad de comunicar nuestras alegrías y penas en todo momento. El despreocupado Joe se verá beneficiado de esa confianza, pero a la vez desarrollará la empatía y se sentirá culpable por vez primera, al entender cómo se sienten las chicas a las que él, hasta entonces, había utilizado sin remordimientos.

Divertidísima, con el toque cínico y ácido que tan bien sabía usar Wilder y con un final que ya es historia del cine, Con faldas y a lo loco es un film que merece ser recordado por quienes lo apreciamos, y descubierto por los nuevos cinéfilos. Una joya tanto de la comedia como de la narración cinematográfica.

“¿Alguno de ustedes ha visto a un individuo con gafas y con cara avinagrada? Con… ¡con cara de caníbal! ¡Quiero decir un tío feo, feo de verdad!” Si no coges esta frase, tienes que ver más cine.

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