CARAS Y LUGARES

por Nerea Sanz Campos

Caras y lugares
El libre albedrío es una cualidad que se le presupone a los humanos, nacemos con él y es el causante de convertirnos tanto en ángeles como en bestias. Con esta reflexión arranca Disobedience, la última película del director Sebastián Lelio tras haber ganado, el año pasado, el Óscar a la mejor película de habla no inglesa con Una mujer fantástica. Tanto en este último film como en Gloria (2013)el chileno había demostrado entender y dominar a la perfección la psicología de los personajes femeninos, y en esta ocasión, contando para el guion con la reconocida dramaturga Rebecca Lenkiewicz (guionista de Ida), consigue, como poco, mantenerse al nivel.
Si con Una Mujer Fantástica, Lelio reivindicaba la naturaleza de su protagonista (Daniela Vega), en Disobedience intenta crear una atmósfera más recogida, trabajando el lado más íntimo de sus dos actrices protagonistas. Rachel Weisz da vida a Ronit Khruska, una fotógrafa que se ve obligada a volver a su antiguo hogar después de recibir la noticia de la muerte de su padre. Allí, Ronit debe hacer frente a los prejuicios de una comunidad judía ortodoxa que no ve con buenos ojos su conjeturable naturaleza homosexual. Dovid Kuperman (Alessandro Nivola), casado con su ex mejor amiga Esti (Rachel McAdams) será quien la acoja en su casa hasta que se celebre el funeral.
Quizás por su nominación a mejor documental en los Oscar, algunos de los más incondicionales seguidores de la cineasta francesa afirman no haber percibido su esencia habitual: “una Agnès muy poco Varda”, objetan. Aun así, en Caras y Lugares -codirigida con el fotógrafo JR- se encuentran muchas de las características que identificamos en anteriores films de la directora: el retrato, la espontaneidad y la representación de lo cotidiano, entre otras. Respondiendo a la proposición del fotógrafo (y codirector) JR de planificar un itinerario de viaje, la propia Agnès establece sus condicionantes mediante una magnífica y esclarecedora declaración de intenciones: “el azar siempre ha sido el mejor de mis asistentes”. De esta forma, y dejándose llevar por las circunstancias, los protagonistas emprenden un viaje en furgoneta por la Francia rural.
Con el objeto de fotografiar a la clase trabajadora, la película no es más que una colección de microhistorias que reflexionan acerca de la herencia y de la Los dos directores se compenetran a las mil maravillas, creando una atmósfera de ternura innegable. Juntos elaboran un emotivo discurso en torno a la sucesión, representada por ellos mismos: la mujer que reinventa el cine en los años cincuenta, y el joven artista que fusiona la la fotografía y el muralismo de una forma harto singular. Los personajes con los que se encuentran repercuten en la misma idea: mineros, campaneros y estibadores que a su vez son hijos de mineros, campaneros y estibadores. Se subraya también la importancia de la mirada: en la vida y en el arte, de tal manera que los cineastas y protagonistas, Varda y JR, van construyendo sus propios retratos. Por todo ello, Caras y lugares se consolida como un tributo a todos los creadores, documento testimonial a su vez de la considerada matriarca de la Nouvelle Vague. Del film se desprende un torrente de alegría y positivismo ya desde los créditos de inicio, creación del ilustrador Oerd Van Cuijlenborg.

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